Alessandro Cinque, premio World Press Photo 2023: Nuestro gran reto como fotógrafos es que se hable del Perú

Alessandro Cinque, premio World Press Photo 2023: Nuestro gran reto como fotógrafos es que se hable del Perú

Antes de disparar hay una preparación muy larga, no se considera un fotógrafo rapaz, esos que roban instantes y se las llevan. La confianza es fundamental porque llega con el tiempo, solo entonces puede disparar, capturar, conservar los recuerdos. El hecho de que sea un fotodocumentalista “gringo”, como le llaman, le ha ayudado a desenvolverse en los Andes a Alessandro Cinque (1988), un italiano radicado en Lima desde el 2019.

Luego de estudiar en el International Center of Photography (ICP) en Nueva York, decidió vivir en el Perú para profundizar en sus proyectos a largo plazo y poder experimentar las condiciones cotidianas de las comunidades andinas que viven cerca de las empresas mineras. En el 2021, recibió el fondo de emergencia para periodistas Covid-19 de la National Geographic Society y el fondo Pulitzer Center on Crisis Reporting. En el 2022, se convirtió en explorador de National Geographic y colaborador del Instagram de la revista, donde consiguió su primera portada.

Ahora ha sido reconocido por World Press Photo en la categoría “Stories” por la serie Alpaqueros. El jurado destacó que su trabajo tiene dos capas, una de pérdida y otra de preservación, que se unieron en una historia sobre el cambio climático, debido al daño de los pastos y el retroceso de los glaciares, dando un “ángulo fresco” al tema. Así muestra nuestra cultura y cómo los peruanos de los Andes luchan y encuentran soluciones para su región. 

En la siguiente entrevista para la Asociación de Foto Periodistas del Perú (AFPP), Cinque señala cuáles fueron las dificultades que afrontó, cómo desarrolla sus proyectos y qué significa el más reciente reconocimiento para su carrera. 

En el 2019, decidiste dejar Italia para vivir en el Perú y así explorar los problemas tanto sociales como ambientales de la minería, pero, ¿por qué estos temas han guiado tu trabajo hasta el día de hoy?

Como tú dices, decidí mudarme porque ya llevaba dos años trabajando en los Andes. Llegó un momento que sentí con los viajes de ida y de vuelta que no lograba profundizar la historia. Además me sentía un fotógrafo extranjero. Dos meses al año no eran suficientes. Sentí la necesidad de vivir aquí en el Perú, todos los días, respirando el mismo aire de la gente a las que fotografiaba, viviendo de verdad, para intentar entender a profundidad mi historia. Aproveché una oferta de colaboración de Reuters porque me hizo un contrato de Stringer para cubrir en Perú. Era importante mudarme.

Tú señalas a la prensa italiana que al ser un fotógrafo “gringo”como te han llamado en los Andeste ha dado ciertos privilegios en las distintas comunidades. ¿Cuáles crees que fueron las principales dificultades que pasaste para cubrir las series Perú, Estado tóxico y Alpaqueros

Los privilegios estarían ligados al tema de cómo la gente de los Andes toma la prensa local, pues no le tiene confianza. Entonces, presentarse cómo prensa internacional, claramente, con mi fisionomía, con mi acento, es que la gente se entera que no soy ni limeño ni peruano y me abre alguna posibilidad. La gente me decía: ¡Por fin ha llegado acá en el medio de la nada de los Andes la prensa internacional!

Esto me había dado ocasiones para profundizar, para tener una relación con la gente. La dificultad fue que a diferencia de los fotógrafos peruanos tengo que hacer mucho más fact-checking de lo que me diga la gente porque a mí me pueden vender cosas y podría creerlo. Probablemente, un peruano algunas cosas ya se las sabe porque es su cultura, aunque sea limeño, puede ser que tenga una abuela en los Andes, o un bisabuelo, o que se haya mudado. Entonces, sí, siempre tengo que chequear muchísimo lo que me digan, pero para esto siempre digo que el trabajo que hago no lo habría hecho si no fuera por Vidal Merma Maccarcco, el periodista con quien colaboro. Él es de Espinar. Él habla quechua. Tengo totalmente confianza de sus traducciones, de lo que me dice. Es un trabajo compartido. Por eso, cuando mandamos la aplicación por la beca del Pulitzer o la beca del National Geographic, siempre está como becario, no como fixer, porque yo reconozco la importancia que tiene Vidal en mi trabajo, en nuestro trabajo.

¿Qué significa Alpaqueros para tu carrera tras ganar la categoría “Stories” del World Press Photo?

Alpaqueros significa por fin devolver esta confianza en términos de visibilidad a la gente que me aceptó a ingresar a su casa. La historia de Alpaqueros viene mientras yo trabajo con la minería porque muchas comunidades me decían: “¡No solo está la mina! También, ahora con el calentamiento global nos está matando las alpacas”. Porque, claramente, los lugares mineros son bien altos de la costa. La gente muchas veces era ganadera, eso me dio curiosidad y empecé a investigar. Es como si yo tuviera un pacto con la gente que voy a visitar, ellos me dan su humildad, me dan todo lo que tengan: su historia y su imagen. Yo como me siento responsable, como que siento que tengo un legado, un pacto, un dicho entre nosotros: Tú me das tu historia y yo intento de hacer lo posible para que tu historia se escuche. 

¿Cómo se desarrollan tus proyectos desde la idea hasta la práctica? 

Mis proyectos siempre se desarrollan con una parte de folclore. Soy muy apasionado del folclore andino. Yo, antes de participar en este proyecto, había participado en un pago a la pachamama, a la tierra. Justo era la boda de dos alpacas y eso me dio curiosidad. Empecé a sacar algunas fotos. Estaba allí no por ese trabajo. Estaba allí por otras razones, después la gente me decía sobre el calentamiento global. Entonces, decido que quiero meterme más en las alpacas. 

Para mí, fue muy interesante no solo evidenciar el folclore porque quería salir de esta imagen exótica del Perú: la señora con la gorra, su pollera, claramente, hay en mis fotos pero no porque yo lo decido, sino porque la gente va así vestida. También, muestra los esfuerzos que de alguna manera el gobierno peruano estaba haciendo para luchar con esto. Si es suficiente o no es suficiente, dejo a los demás que den una opinión al respecto. 

El jurado del World Press Photo ha calificado a Alpaqueros como “una historia muy bien ejecutada y editada”. ¿Qué tiene que tener una foto para que sea buena? ¿Cómo las has seleccionado? 

Para mí, la foto tiene que tener una quintaesencia. En el sentido que tiene que hablar de un tema, creando misterio, dando curiosidad a la gente. Por ejemplo, la foto de un maniquí de alpaca en una mesa, claramente, uno dice qué está pasando aquí, porque no está acostumbrado a ver una alpaca con la cabeza así, en una mesa, que no se puede caer, entonces, uno dice qué está pasando.

Tiene que haber curiosidad. En la fotografía moderna donde tenemos Tik Tok, Instagram, se tiene que hacer distinción entre la imagen y la fotografía. Las imágenes son algo que uno ve y ya no se acuerda. Es una imagen de pocos segundos. La fotografía creo que hace nacer preguntas. Entonces, para que yo la pueda elegir, debe hacerme nacer una pregunta. O tiene que tener una belleza, una quintaesencia como la primera foto que, claramente, puede hacer nacer menos preguntas en comparación de la otra, pero es una linda foto donde en cualquier parte del mundo la gente lo ve y dice aquí estamos en Perú y otra cosa importante serían los “campos semánticos”, algo de filosofía. En mi fotografía intento de crear imágenes que mucha gente le da el mismo nombre, lo visualiza. Entonces, intento de alguna manera ser comercial. 

Para la pregunta del editing, tengo la suerte que a mí me ayudan con el editing. Me ayuda Sarah Leen que sería la exdirectora de fotografía de National Geographic. Nos conocimos en el 2019, y desde entonces, siempre me ayuda. Tengo mucho conocimiento por ella. 

¿Crees que tu mirada o estas fotos ganadoras son una de las muchas respuestas a la crisis social y política que sufren los peruanos? 

Este trabajo es una gotita más para hacer entender a algunos peruanos que hay mucha diferencia entre el campo y la ciudad. Me gusta pensar que este trabajo puede mover la conciencia de gente que no entiende, que está muy orgullosa de la fibra de alpaca, que está orgullosa a nivel mundial de tener a este gran animal, de ser el primer productor del mundo de este animal. Se compra una chompa de alpaca para ir al extranjero, no sé, para ponérsela en Lima y al final no se da cuenta cuáles son los esfuerzos que la gente tiene que hacer para que pueda estar orgulloso de esta fibra de alpaca. No se da cuenta.

Además, debe tomar conciencia sobre el rol de los proveedores. Esta figura mata, completamente, al campesino. Yo me fui a los Andes muy alto. Estamos hablando de 5000, 5500, muy alto, allá la situación es bien difícil. Estos proveedores toman al campesino por necesidad. El campesino tiene que aceptar: son estos soles o no son nada. Los peruanos deberían saber cómo organizarse, ser una clase fuerte económica, si está orgulloso de su fibra, debería hacer algunas leyes que garanticen un precio mínimo de venta de la fibra porque no es posible que el extranjero deba tener privilegio siempre. No es posible que una chompa de alpaca en New York que se paga 500 dólares, la materia prima se pague 10 soles a la libra. El gobierno debería decir “nosotros tenemos algo que solo nosotros tenemos en el mundo. Bueno, lo garantizamos. El precio mínimo para los alpaqueros es tanto…”  

¿Cuál crees que ha sido el principal reto fotográfico que has enfrentado? 

Mi reto fotográfico más grande fue aprender cada día más sobre la situación de los Andes. Ahora, yo estoy bien orgulloso de que si me voy a los Andes, a cualquier ciudad, reconozco los sombreros. Te digo esta persona es de Challhuahuacho, esta persona es del Cusco, esta persona es de Cajamarca, no sé, me crea una cierta satisfacción porque cuando yo voy a hablar con una persona, tengo algo para romper el hielo. 

El hecho de conocer más la política peruana, viviéndola, el hecho de seguir a la prensa día a día me hace romper una barrera que antes cuando yo acababa de mudarme, era más gringo. Ahora, ya no. Tengo más argumentos para la conversación. Le puedo hablar de la pachamama, de la pachamanca, del sombrero, sobre la iglesia de su pueblo. De verdad, he viajado muchísimo por el Perú. Eso hace que la persona tenga más confianza en mí, en lugar de estar hablando de cosas superficiales, vamos a lo profundo. 

¿Cuáles han sido tus principales referencias peruanas y extranjeras en el lenguaje fotográfico? 

En el Perú admiro a Martín Chambi, pero últimamente estoy concentrado en los fotógrafos más jóvenes, los fotógrafos contemporáneos míos como, por ejemplo, Musuk Nolte quien también ha ganado el World Press Photo, Florence Goupil, Ernesto Benavides, ¿por qué? Me gusta ver cómo la persona desarrolla su lenguaje sobre su país. También me gusta ver cómo desarrollan mis amigos el lenguaje de Italia. Pero, siempre digo que probablemente nunca estaré pronto a fotografiar Italia porque la conozco y podría ser superficial en contarla o ser muy a profundidad. Entonces, la gente que me mira desde afuera no habla mi mismo idioma. Sería un trabajo solo para los italianos.

Esta es la cosa linda: comparar mi lenguaje con el lenguaje de gente nacida acá, crecida aquí, que quiere presentar el Perú como piensa porque es su país, de esto nace una confrontación y esta confrontación es positiva porque al final yo y ellos hablamos de este país. Puede ser a personas diferentes, a lectores diferentes, pero la cosa fundamental es que los dos hablamos de Perú. Hace diez años, Perú era por la prensa internacional el país de Machu Picchu, el país de Cusco, el país del ceviche, y yo creo que hay mucho interés en otras cosas. Es bueno que mucha gente venga y cuente este país como también que la gente local cuente este país. Nuestra challenge de fotógrafos es que se hable de Perú. 

Los fotógrafos Magnum serían Eugene Smith, Robert Frank, Larry Towell, Paolo Pellegrin, todos los fotógrafos que hablaban en blanco y negro. Sí, yo me reconozco mucho en esta fotografía. No es que pienso que la hago igual, sino que me gusta. Me gustaría hacerla igual. Solo que para mí es un lenguaje universal. Es como un idioma. La gente en todo el mundo ve estas fotos y entiende. Si yo me meto a experimentar un lenguaje con flash, que lo tengo en mi cabeza, la gente no me entiende. Yo no quiero ser un fotógrafo artista. Yo quiero ser un fotógrafo documental. Si yo puedo hablar a más gente, hablo a más gente.

¿Cuál crees que es la relación entre la fotografía y la memoria? 

Es fundamental. En Lima, por ejemplo, ¿cuánta fotografía hay? Miles. Me parece genial porque no se tiene que olvidar lo que pasó. La fotografía de Martín Chambi me parece genial porque la gente se reconoce en esto que eran los Andes. La fotografía es memoria. Es totalmente memoria. Me gustaría pensar que este trabajo en cincuenta años, ojalá que algo cambie para la situación de los alpaqueros, la gente podrá utilizar este trabajo para decir a su nieto: mira cómo teníamos que trabajar en el 2023 en los Andes, ahora, estamos mejor. 

¿Te gustaría que la gente tome y recuerde tus fotografías? 

Sí, me gustaría. Me gustaría cuando tenga 70 años poder tener un archivo fotográfico —bien o mal no lo puedo decir yo, pero que deje algo porque así siento que mi vida fue constructiva, en el sentido, que yo no sobreviví haciendo fotos de boda. Hice algo que se puede quedar y que puede servir. También, me puse dándole una parte positiva al trabajo porque no quiero ser el fotógrafo siempre negativo, que todo está mal, la minería, las alpacas que se mueran, todo un desastre. No, quiero ver la historia positiva que es el centro que está intentando luchar contra este problema. Esto es positivo porque puede ser que en 50 años, el centro estará bien, entonces, la gente podrá decir “mira cómo empezamos a trabajar y mira a dónde hemos llegado”

Finalmente, ¿qué consejo tienes para los jóvenes que se inician en el fotoperiodismo y la fotografía documental en el Perú?

Tomar la fotografía como una materia. La fotografía se estudia. No solo se puede pensar que con una cámara se va a la calle y ya está. La diferencia es cuando tú has estudiado fotografía. Ahora, se puede estudiarla sin pagar porque puedes seguir a la gente en Instagram, puedes ver cómo trabaja, puedes ver a los fotógrafos que estimas, ver cómo colocan sus secuencias, ver por qué están hablando de tal tema. Ya no se tiene que ir a New York o al Centro de la Imagen. La fotografía es para todos. Es democrática. Si uno la toma bien y se mete a estudiar, es fundamental para conocer el lenguaje porque si yo quiero hablar con la señora de los Andes en español, tengo que estudiar el español, no puedo hablarle en italiano porque la señora no me entiende. Antes de estudiarla y después de estudiarla, se tiene que reflexionar qué cosa quiero contar y por qué yo lo quiero contar. Creo que todos deberían empezar con un proyecto que conozcan bien. No hay excusas. 

No meterse a la calle así como así. Durante la última protesta, había miles de gente fotografiando, pero, primero, la protesta es una situación peligrosa y nosotros que trabajamos para la prensa internacional tenemos cursos y equipos de seguridad. No es un juego. Ahí no están fotografiando para contar una historia. Tú estarías fotografiando por tu ego, diciendo yo quiero sacar la foto de la protesta, pero por qué tú quieres sacar la foto de la protesta. Si tú me dices que tu tío fue herido durante la protesta, yo lo entiendo, ahí ya tienes una motivación. Se tiene que tomar conciencia y, sobre todo, uno tiene que acostumbrarse. No se debe olvidar que nosotros tenemos un trabajo social. En el sentido, de que si yo saco una foto y decido este ángulo, esta es la foto que se va a ver, tengo que saber que yo estoy hablando a mucha gente. Es importante.   

Entrevista: Luis Cáceres Álvarez

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