Comenzó a interactuar con temas relacionados a las celebraciones y tradiciones de Cajamarca, lo que dio lugar a varios registros de las zonas urbanas y rurales de su región. Uno de sus proyectos más representativos se crea en la comunidad de Porcón, durante 10 años estuvo inmerso en la Fiesta de las Cruces y el Cristo Ramos, que incluye reflexiones sobre las numerosas formas en que se aborda lo divino, así trata de que el Perú tenga un imaginario visual del hombre andino del norte.
Gabriel Tejada es un fotógrafo documental cajamarquino, especializado en narración transmedia, que intenta desarrollar y expandir historias, agregando piezas únicas expresadas en diferentes medios donde los usuarios juegan un papel importante en la exposición del relato.
En la siguiente entrevista para la Asociación de Foto Periodistas del Perú (AFPP), Tejada profundiza en las narrativas transmedias, la situación de los fotógrafos en el norte peruano y sus proyectos, que entrelazan investigación, costumbres y simbolismo.
¿Cómo definirías la tradición fotográfica dentro de Cajamarca, o del norte del país?
Yo tengo una investigación en torno al Carnaval y una de nuestras principales dificultades es que hay un vacío en creación de imagen que pueda dar evidencia de la fiesta. A parte del libro Cajamarca. Un siglo de fotografía, 1850-1950 de Verónica Janssen que da cuenta de algunos estudios fotográficos, pero también de personas que venían a Cajamarca a trabajar y hacían un registro fotográfico, yo sí tengo evidencia de algunos fotógrafos de la década del setenta y del ochenta, y el principal es Víctor Campos que digamos es un referente mío porque también se dedicó a registrar festividades, tradiciones, incluso las Cruces de Porcón y se ha relacionado con el carnaval. Luego de eso, hay un registro más que todo a lo periodístico, pero televisivo. Es decir, los periodistas televisivos hacían foto. Pero, nadie como afición. Entonces, hay como un vacío.
Después, estamos nosotros. Un grupo de fotógrafos que nos relacionamos cuando empezó a haber una facultad de Comunicaciones en Cajamarca. Formamos una nueva generación de fotógrafos en la ciudad, ya totalmente, digital, utilizando los recursos como el flash fuera de la cámara, aprendiendo técnicas de iluminación y orientados al documental.
Durante esa época con un grupo de amigos conformamos el Colectivo Neblina, influenciados por los colectivos de Lima, obviamente. Esto en el 2012. Fue un grupo interesante. Dialogábamos. Creábamos imágenes. Compartíamos trabajo. Íbamos aprendiendo juntos. Luego, cada uno fue haciendo sus cosas. Ahora, hay gente a raíz de eso haciendo fotos por la masificación de la tecnología fotográfica, pero es gente más orientada a los recursos técnicos, a la foto como una herramienta de negocio, con fines más comerciales.
¿Tú dirías que en esta nueva generación hay una visión mucho más regionalista?
Sí, de cierta forma. Algunos trabajos nos involucramos con la gente del Ande, de las comunidades campesinas. Más allá de las tradiciones y las festividades, mi proceso personal ha sido “explorar comunidades excluidas socialmente por gente de la ciudad”. Eso es lo que me llama la atención. Las comunidades campesinas son riquísimas como todas las comunidades en forma de vida. Yo, por lo general, con lo de Porcón, siento que he generado varias relaciones de amistad, de intimidad con la gente.
¿Cómo llegas a la festividad de las Cruces de Porcón? ¿Por el ámbito familiar o por gusto personal? ¿Has cerrado ese trabajo por completo?
A las Cruces de Porcón llegué en el 2011 por el ejercicio de entrenar el ojo. Encontré una festividad y me fui con un amigo a hacer foto. Al año siguiente volví con este Colectivo Neblina. Intentábamos registrar varias festividades de la región. Nos movíamos todas. Luego, se desintegró el colectivo y al año siguiente con esta necesidad de querer hacer proyectos me fui más días por mi cuenta, ya no había necesidad que sea fiesta para irme con la gente de la comunidad, así me involucré y generé una relación con la comunidad, con la fiesta, con Cristo Ramos, que es el patrón de la fiesta. Por ejemplo, antes de explorar me definía como agnóstico. Ahora, me considero devoto del Cristo Ramos.
El proyecto ya está cerrado porque iba 10 años continuos a registrar la fiesta. Fue transmedia porque en el camino me di cuenta que algunas fotos o algunas acciones ya las había visto. Entonces, me puse a registrar video y audio, lo cual brindó la posibilidad de generar insumos para hacer un transmedia.
Hace poco se me ocurrió hacer un corto de ficción, tomando como entorno a la fiesta de las Cruces, pero ya no. Ya está cerrado. Ahora, quiero irme por otro lado. Bueno, la pandemia me obligó a cerrar la investigación y a crear la obra. Tenía la necesidad de soltar.
Tú tienes dos fotolibros Retratos del Carnaval y Diablo. Coméntanos sobre el proceso editorial…
Retratos del Carnaval fue mi primer proyecto y lo inicié en el 2012. Es una propuesta súper simple. Hay un desfile con patrullas y comparsas. Yo puse un estudio. Una estructura con un fondo negro. Al inicio del desfile invitaba a los que quisieran, para hacer una tipología de retratos como buscando la foto postal.
Mi objetivo era generar un archivo visual de los participantes del desfile. El proyecto duró cinco años, con el tiempo cambió no con el objetivo, pero sí en la cuestión formal. Fueron tres años con fondo negro. El cuarto año salí a la calle porque no tuve plata para montar el estudio y le metía flash a la gente en la cara. Veía el ruido visual del inicio del desfile, donde hay gente, ambulantes, y el quinto año hice una mezcla: Poner un fondo, pero abría el plano para que también se muestre el entorno. Fue la evolución de la cuestión formal del proyecto, pero con el mismo objetivo que era generar un archivo visual.
Esto se convirtió en un fotolibro por una necesidad personal de materializar mis proyectos, pero ya se acabó. Entonces, se generó un documento que adquirió valor con el tiempo. Tengo una segunda parte en la que visito a las comparsas, a las patrullas, en sus propias casas, en sus propios barrios, pero en los últimos años las dejé de hacer porque estuve envuelto en otras actividades como continuar una investigación sobre el carnaval, pero, por otro lado. Ahora, hemos hecho un documental audiovisual.
Diablo es una investigación también a una fiesta tradicional que es Los Diablos de Ichocán. Ichocán es un pueblito que queda a hora y media de aquí. Fue súper rápido eso. Fue la primera vez que trabajé con un productor lo cual me dio muchas posibilidades de materializar la obra que iba creando. Se hizo un material audiovisual. Se hizo una serie de fotos y también cuestiones de gestión. Hicimos una residencia artística a la cual fueron dos fotógrafos, un escultor y un artista plástico a hacer una propuesta sobre la fiesta. Hicimos una exposición colectiva con una gira. Se publicó este libro que cuenta la historia de la festividad. Se habla sobre la residencia y los resultados de la residencia. Ese proyecto es un transmedia o un prototipo de transmedia.
¿Cuáles serían tus principales referentes peruanos y extranjeros con respecto al lenguaje fotográfico que utilizas?
Sí, tengo varios referentes. Por ejemplo, en Perú me gusta mucho el trabajo de Musuk Nolte. También, el de Morfi Jiménez por la iluminación. Me gusta iluminar con flash proyectos documentales, ahora ya no lo hago, pero lo último que estoy haciendo sí voy a iluminarlo, voy a recrear fotografías o a escenificar fotografías.
Mexicanos me gustan varios. Me gusta Yael Martínez. Me gusta Pablo Ortiz Monasterio. Yo empecé el gusto por la foto por Steve McCurry. Me gustaba mucho el color y la composición. Luego, descubrí a Alex Webb. Me gusta mucho el trabajo de Nicolás Janoswski. Tanto su estética, su discurso y la forma en la que aborda. Lo mío también es transmedia gracias a él y a Jorge Panchoaga, que son dos referentes. Tienen web documental, piezas audiovisuales y piezas sonoras. Uno siempre está absorbiendo. Más allá de referentes, busco ahora proyectos, ideas para realizar.
Regresemos al proyecto principal transmedia que es enorme por el vínculo entre tradición de la comunidad andina con lo católico, lo simbólico. ¿Cómo fue el proceso de creación?
Desde el inicio, el primer o segundo año también influenciado por esta idea del boom de fotolibros del 2010 en la que todo el mundo quería hacer un fotolibro, me subo a esa ola de querer hacer un fotolibro, pensando que es un proceso fácil, que en un año lo puedes hacer. Puede ser que lo hagas, pero en mi caso tomó diez años.
Tuve la intención muy clara de hacer un fotolibro desde el inicio. Quería hacer algo descriptivo de la fiesta, más periodístico, y luego ya con la idea de trascender la foto, explorar otras formas de recopilar información, así que al conocer el trabajo de Nicolás Janowski, esta idea de las webs documentales, y el trabajo de Panchoaga empecé a entender que mi proyecto podía orientarse para lo transmedia, para lo multimedia, viendo referencias fue creciendo.
Tenía audios. Invité a un amigo músico para juntos crear una pieza sonora. Utilicé archivo de Víctor Campos. Invité a un amigo que es posproductor audiovisual para hacer la pieza audiovisual. Iba sumando gente al equipo para hacer las encuestas. Más allá que sea solo mío, tuve la intención de trabajar en equipo, pero todo esto es tomando como base la idea de que yo no sabía ciertas cosas para comunicar. Como, por ejemplo, lo musical o la posproducción, la edición, el montaje, ahí es cuando crece el proyecto.
Después, me he metido a talleres. He estado en una residencia con Nicolás Janowski y se me prendieron más luces con lo multimedia. Bueno, otro referente es José Luis Cuevas de México. Me encanta su trabajo. He intentado que los capítulos del transmedia tengan una base teórica para que en algunas residencias, en algunos programas educativos, ir desarrollándolo.
Tuve un taller con Panchoaga, donde explicaba que en estos capítulos tenías que decir diversas cosas. Empecé a entender. La web documental en mi proyecto es lo más descriptivo, lo más periodístico, porque es una fiesta que dura 40 días y tiene un montón de elementos, componentes, personajes, entonces busqué con mi equipo la forma de ordenar todo, de hacer una narrativa, utilizando lo multimedia, utilizando el sonido, el texto, la imagen. Incluso, el pase de si es para un costado, que tanto texto, ese tipo de detalles, es como un mapa.
Queríamos hacerlo lo más lúdico posible. Yo siento que esa parte, ese capítulo, es más antropológico. Los antropólogos que han visto el trabajo les gusta porque es un trabajo como el de ellos, pero ellos lo hacen en texto, en libros, en tesis. Te cuenta de otras formas, pero igual es súper denso.
¿Cuáles fueron las principales dificultades que pasaste durante ese proyecto?
Lo principal fue lo económico. Al inicio, la investigación fue autofinanciada. No es muy caro, pero es tiempo. Las fechas son establecidas. Todo el mes de la cuaresma intentaba conseguir chambas. Por mucho tiempo me he dedicado a hacer bodas. Por ejemplo, los principales rituales son los fines de semana, en esa época no tenía trabajo de bodas para dedicarme a Porcón. Luego, se dio de forma muy natural todo porque obtuve un financiamiento para un concurso que se llamó Arte del Bicentenario, lo que me permitió desarrollar la web documental y la pieza sonora. Tuve la posibilidad de contratar a un equipo. Trabajar de forma seria con un equipo y con tiempo, sobre todo, para poder reflexionar.
La muestra obtuvo un estímulo del Ministerio de Cultura. El estímulo se dio porque el proyecto estaba consolidado. Había productos del proyecto, así ganó una gira nacional. Ahora mismo está de gira. Este año me brindó la capacidad profesional de aprender de distribución de obra, que es algo que no había hecho conscientemente.
¿Qué importancia tienen ciertos objetivos o cámaras en tu trabajo? ¿Cuáles son tus equipos favoritos? ¿Por qué los utilizas?
La parte técnica sí es importante. Yo utilizo la 5D Mark III. Me gusta. Me siento cómodo con esa cámara. Tengo un 35 mm. En mi trabajo documental, principalmente, uso el 35 mm. Intento que solo sea eso. Me parece interesante esta nueva tecnología. Facilita lo técnico en cuestión de enfoque, de profundidad, pero yo siento que para lo que hago ahora estoy bien con mi equipo. No tengo intenciones de evolucionar por el momento.
El proyecto del Inca si me gustaría trabajarlo en cámara de medio formato para tener más profundidad, pero ya es meterte también a otras cosas. Estoy en una etapa que lo técnico tanto, tanto, no me interesa aprender.
¿Qué es lo que te llama la atención aparte de tener un registro, una memoria, sobre un tema? ¿Qué características debe tener una obra para ser publicable?
Hasta hace unos años, recuerdo que muchos decían “no todos los proyectos son fotolibros”. Ahora, la tendencia es que de cualquier cosa puedes hacer un fotolibro. Eso siempre me he cuestionado porque qué proyecto es capaz de trascender para ser un fotolibro. Una de los puntos que más me gustan del fotolibro, y más importantes que tiene este formato, es la capacidad de que se genera un documento que con el tiempo adquirirá un mayor valor. Ese testimonio, sea lo que sea la propuesta, me parece genial.
Además, me interesa lo discursivo. Más que ser un libro de imágenes, hay que tener un discurso, una línea, una opinión, una reflexión. Y otro punto es la materialidad. Aprovechar este soporte, este dispositivo, tan interesante como es el libro para sacar ventaja de los recursos desde la encuadernación o todas las decisiones del diseño, de la secuenciación, porque le dará sentido a lo que quieres decir.
Hacer gestión cultural en el Perú exige un coraje titánico, ¿puedes confirmar si existe de parte de las autoridades un interés por salvaguardar la cultura, la tradición, la historia de Cajamarca?
Yo creo que somos huérfanos de nuestras autoridades. Es una constante en todo el país. Se ha descuidado el sector Cultura. Estamos muy atrasados y como región siempre pienso que Cajamarca tiene mucho recurso cultural y artístico también porque hay canteras de artistas plásticos, pero las autoridades no la ven. No sé por qué. A mí siempre me ha llamado la atención. No ven ese recurso cultural como una oportunidad de desarrollo social, más allá del interés que tienen las autoridades, del interés personal. No entiendo por qué no lo ven de esa forma.
Y sí, es difícil hacer gestión. Aquí, en Cajamarca, se tiene muchas minas alrededor de la ciudad. Tenemos mucha influencia minera, en el sentido económico. Muchas personas me dicen “oye, de cierta forma, es fácil que consigas financiamiento para tus proyectos” y es muy difícil. O sea, las empresas no tienen una visión de trabajo con la cultura. Ni siquiera el término apoyo me gusta porque siento que cuando la dicen es por “apoyo a este loquito que está haciendo sus cosas”.
El arte y la cultura se entienden de otra forma. Pero, gracias a los estímulos del Ministerio, de DAFO, se pueden hacer cosas. No es que ganes un estímulo y hagas un gran proyecto, pero es un buen empujón. Siento que creando más, se te van abriendo más oportunidades. Demuestras más experiencia de lo que puedes hacer. Hay más posibilidades para obtener becas para estudios, residencias, ejecución de proyectos. Estas últimas no las he mapeado bien, pero quiero encontrarlas. O sea, si tienes un financiamiento para hacer proyectos, lindo. ¿No?
En el 2032 se conmemoran 500 años del encuentro de civilizaciones como la incaica y la española, siendo Cajamarca un punto importante para el Perú. ¿Qué otros temas de la región te gustarían registrar?
Yo, justo ahora, estoy empezando a trabajar un proyecto sobre el Inca Atahualpa. Ya estoy en la etapa de investigación. Estas fotos que van a hacer escenificadas son un capítulo de ese proyecto. Me parece genial todas las posibilidades tanto narrativas basadas en la historia, que te da ese tema. El mismo hecho del cuarto de rescate como un símbolo del gran fraude que vivieron nuestros ancestros y que se repite, constantemente, hasta la actualidad, me parece súper potente por la historia misma de Atahualpa y su muerte. Creo que los próximos dos, tres años, me voy a dedicar al Inca. Me hubiese gustado que se cumplan los 500 años más cerca a lo que yo estoy haciendo para tener un empujón. Quiero ahora meterme con todo a eso.
¿Cuáles son los puntos clave, en tu opinión, en las que un fotógrafo que busca mejorar debería centrar sus esfuerzos?
La parte técnica ha pasado a un segundo plano porque cada vez es más fácil. Está más automatizado. Creo que lo discursivo es lo principal. O sea, antes era buen fotógrafo el que hacía buenas fotos técnicamente, ahora el buen fotógrafo es el que dice algo con imágenes. Más allá de la imagen que hable de por sí. El sentido a la conexión de imágenes. Entonces, los esfuerzos se deben centrar en el lado discursivo. Lo que nos apasiona a los fotógrafos es el acto fotográfico, pero creo también que hay otras posibilidades que trascienden a la foto como el video y la experimentación. Existen otras posibilidades que nosotros como fotógrafos muchas veces desestimamos.
¿Tratas de provocar al espectador o simplemente es una forma de expresarte?
Provocar no porque considero que mi propuesta es simple y está ligada a lo antropológico. Más que provocar al espectador, siento la importancia de comunicar. Opinar sobre un tema. Intentar reflexionar. Generar diálogo. Este proyecto mío sobre Porcón toma como entorno a esta festividad, pero reflexiona sobre otros temas como la fe, lo divino o la relación que tiene el hombre del Ande con lo divino, y también la forma de vida de la gente del Ande.
¿Revaloras el pensamiento de la persona andina con las fotografías que haces? ¿Tratas de universalizar lo andino?
Me interesa visibilizar la forma de vida de la gente del Ande, que es súper rica para mí. Siento que da mucho aprendizaje. Me interesa revalorizar esta idea de ir contra la exclusión social que tienen los campesinos. Por ejemplo, en Lima que te digan serrano es un insulto. Para mí, ser serrano es un orgullo. Puede ser muy romántica esa idea, pero también persigue eso mi trabajo. Ahora, mi proyecto ha ido a Arequipa y a Cusco, a dos ciudades del sur, donde las costumbres son distintas y el imaginario visual que tiene la gente del sur es solo del hombre andino del sur y del centro, pero del hombre andino del norte no hay mucho imaginario visual. Entonces, me parece interesante contribuir al desarrollo de ese imaginario visual.
¿Cómo ves la movida fotográfica en Trujillo, Cajamarca y Piura?
Descentralizar la foto es necesaria. En sí, la descentralización es importante. El año pasado dirigí Colectivo Norte, que es un proyecto de exhibición de fotografía en el norte. Hicimos un mapeo. Hay fotógrafos, pero no participaron mucho de la iniciativa porque existe la complicación de que el fotógrafo no tiene portafolio, de que deja todo a medias.
En Cajamarca, en el festival, siempre están con la idea de que las otras ciudades tienen mucho movimiento fotográfico y no es tanto así. Sí, hay, pero es porque somos pocas personas las que movemos. Cada uno por su lado, pero lo hacemos de forma constante. Entonces, se podría pensar que hay una movida, pero es de forma independiente. Justo lo conversaba con un colega de Trujillo. Él siente que en Cajamarca hay más que en Trujillo y yo veo que en Trujillo hay más que en Cajamarca. Me parece que sucederá algo con las nuevas generaciones que están aprendiendo, que se están nutriendo. Habrá una ebullición. En algún momento pronto se generará algo fuerte como en el sur que hay más iniciativas.
¿Hay una generación de fotógrafos documentales que se entiende más en el país o en el extranjero?
La fotografía documental ha ido más por lo autoral. Hemos roto esos paradigmas de la idea de lo documental como evidencia de un suceso que está aconteciendo frente a nuestros ojos. Siento que nos falta más desarrollar en torno al discurso. Es la gran polémica. En el Perú, las redes han ayudado un montón. Estamos muy desconectados de Europa en general y solo se ve Latinoamérica. El mundo editorial se ve fortalecido. Hay muchos fotógrafos que nos interesamos por lo editorial y eso nos favorece. Ha habido no un desligue, sino una evolución tal vez por lo que se entendía por fotoperiodismo. Hay una tendencia al Street, a la fotografía de calle.
¿Cómo explicas la conexión de los cajamarquinos con su tierra?
No sé si nos falta identidad a los cajamarquinos. Yo creo que nos falta valorar lo nuestro. Tengo una hipótesis sobre por qué nos gusta lo europeo y tiene que ver con la llegada de los españoles a esta zona. Porque aquí hay mucha gente que se cree española. A mí me da risa, aunque será parte de mi discurso narrativo en el proyecto del Inca porque es una realidad, pero también hay gente que valora ahora lo cajamarquino ligado a lo medioambiental y lo antitaurino. Esas cuestiones son como tendencias en la valoración del espacio y de las costumbres. De repente, mi comentario es pesimista. Sin embargo, representa una oportunidad para que a través de las fotos y las artes visuales se pueda generar identidad o contribuir al fortalecimiento de la identidad.
Entrevista: Luis Cáceres Álvarez