Vera Lentz: Cuando las fotografías gritan

Vera Lentz: Cuando las fotografías gritan

Suena simple que un fotoperiodista capture verbos, pero no lo es. Se captan acciones, procesos o existencias para contar caos y éxitos de una sociedad. Identidad, memoria, tiempo y espacio aparecen para transmitirse sin ser trastocados. No es tan complicado: “Estoy trayendo lo que he visto para que no vuelva a pasar”.

Vera Alice Lentz Herrigel es fotoperiodista, la guardiana de parte de la memoria visual del Perú, quien retrató también a las comunidades asháninkas capturadas por el MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru); como los descubrimientos de fosas comunes, los desplazados de Ayacucho, entre otros momentos dolorosos de los que aún se guardan muchos silencios.

De grandes ojos celestes, cabello castaño y rasgos fuertes como su trabajo por el tiempo. Vera Lentz ha sido becaria del Fulbright Program, Soros Foundation y Ford Foundation. Sus imágenes son publicadas en las revistas Der Spiegel, Newsweek, Stern, Time y GEO; como también en los diarios The New York Times, Miami Herald, Los Angeles Times y Philadelphia Inquirer. Nació en 1950 en Lima. Es hija de la fotógrafa alemana Anne Herrigel. ES trilingüe, domina el español, el alemán y el inglés, pero, a veces las palabras no salen de su boca. “Las entrevistas me dan miedo. No soy muy buena hablando”, dice.

“Me fui a Centroamérica —en la frontera de El Salvador y Honduras— a registrar a los refugiados a inicios de los ochenta”, cuenta. Había regresado del internado Odenwaldschule en Alemania, ella quería un trabajo como fotógrafa social desde los 17 años. En esa época el Perú no estaba de moda. Las agencias preferían otros países, otros continentes, para cubrir. ¿Por qué arriesgar la estabilidad emocional y económica? “Nadie te va a tomar en serio si no tienes un portfolio. Quizá aquí tengas contactos. Yo no tenía ninguno. Además, ahí te das cuenta cómo es cubrir un conflicto. Todos desconfían”.

Al volver a Lima después de esa aventura a finales de 1982, encontró un libro: “El arte de la guerra” de Sun Tzu: If you know the enemy and know yourself, you need not fear the result of a hundred battles. Esta frase marcaría otra etapa en su vida. Descendió a los infiernos para que los peruanos jamás repitan la barbarie. ¿Qué le diría a su yo del pasado? “¡Esfuérzate más!” porque a veces el aspecto técnico le fallaba. Por ejemplo, las fotografías que hizo con flash en los campamentos del MRTA son pocas porque no le permitían seguir por donde quería. Ellos le ofrecieron un arma, pero dijo no. La apartaron. Vera aplicó el pensamiento del fotógrafo estadounidense Gordon Parks: I chose my camera as a weapon against all the things. La fotografía de prensa la hizo libre y prisionera.  

Lentz se internó en diferentes espacios de dolor. Ya lo habían hecho Susan Meiselas en Nicaragua y Jean-Marie Simon en Guatemala. Extranjeras en un territorio entre el fuego y la desesperación. Ellas fueron sus principales referentes. If they can do it, I can do it too, dice. Pero, ¿por qué Vera Lentz siguió arriesgando tanto? “Otros han arriesgado su vida mucho más”, replica. Hubo miedo, pero su tenacidad era enorme: “I have to do it! porque ¡Esto pasó! y no debe repetirse. El fotoperiodismo, en una democracia, genera cambios”.

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Ha fotografiado los últimos días de su madre, cómo decae el cuerpo, mas no lo ha mirado detenidamente. La señora Herrigel no quería que publicara eso. Así, Vera está sumergida por completo en dictar clases, y terminar el más reciente libro sobre su trabajo fotoperiodístico que contempla fotografías actuales de las zonas que estuvieron en conflicto.

Vera se hizo madre a los 37 años. Mientras trata de desentrañar la violencia en los sistemas totalitarios y sus consecuencias, el trabajo de su hija Kantú Lentz, también fotógrafa, trata sobre el amor. Ella trabaja como productora y directora audiovisual afincada en Los Ángeles, Estados Unidos. “Yo hice que naciera allá. Pero, también es peruana y alemana. Ella puede ser espía”, ríe. Kantú representa para Vera su imagen de iniciativa y tenacidad en el siglo XXI.

La fotoperiodista agradece a su mamá por ser un ejemplo a seguir. “Al ver que uno puede hacerlo sola”, cuenta con orgullo. ¿Cómo llevó esos dos roles al mismo tiempo que retrató una época dolorosa para el Perú? “Difícil. Aún no salgo del estrés”. Recuerda cómo cargaba a Kantú en sus espaldas cuando Sendero Luminoso había atacado Urpay en Ayacucho a inicios de los noventa. Los biberones, los juguetes y las galletas colgaron por su cuerpo en lugar de equipos fotográficos gracias a que consiguió a alguien que le ayudara. Vera iba a registrar el desentierro de esa matanza. “Yo no hice que viera eso. La dejé afuera con los otros niños de la comunidad”, resalta. ¿Y qué decía su madre al saber que cubría en las zonas de emergencia? “Cuídate mucho. Estaba un poco preocupada”, ríe.

Vera no es ni judía ni cristiana católica. Viene de una familia luterana, pero ella jamás ha sido ferviente. Ni su madre. Recuerdo que cuando vivió sola en New York, mantuvo el contacto con ella de forma espiritual. Se compró el libro Zen en el arte del tiro con arco (1948) de Eugen Herrigel, su tío abuelo, un profesor de filosofía en Alemania, quien fue a Japón a enseñar, y quiso aprender el budismo. Eugen regresó a su nación y se adhirió al partido Nazi, cuenta la sobrina. Es lo más cercano que ha estado de la religión. Así, Vera comenzó en la meditación.

Desde otra perspectiva, está conectada con los máximos exponentes de la fotografía mundial contemporánea. Uno de ellos es Henri Cartier-Bresson, conocido como “el padre del fotoperiodismo”. Él citaba mucho ese libro de Herrigel. En una entrevista para Le Monde N.º 1350 en 1974 sostuvo que “ser uno mismo, para mí, es estar fuera de uno mismo. Como lo describe Herrigel: nos alcanzamos apuntando al blanco, el mundo exterior”. En su opinión, “ese libro de Herrigel, que descubrí hace unos años, se encuentra en la base de nuestro oficio como fotógrafos, la actitud debe ser la misma: abstraerse, no tratar de demostrar nada”.

Puede ser una terapia la fotografía, pero de eso no trata el photojournalism para Lentz. Es un trabajo. It’s a service. Es servicio a una democracia. Susan Meiselas, fotoperiodista de la agencia Magnum, señala que para ser un gran profesional necesitas curiosidad infinita, tener una capacidad de compromiso, pero también una capacidad para alejarte del tema. “¡Eso también lo digo en mis clases!”, reclama entusiasmada. Porque si no tienes curiosidad, no vas a preguntar… “oye, ¿por qué Sendero está haciendo esto? ¿Por qué el Estado está respondiendo de esa manera?” Y recuerda al intelectual peruano Marco Aurelio Denegri a la semana de su fallecimiento con una frase que este se atribuía al leer el Libro Rojo de Mao Tse Tung: “antes de hablar, infórmate”.

Lentz es apasionada, all is photojournalism, cuando rememora su trayectoria. Ha superado limitaciones y ahora quedan anécdotas. Disfruta cada pequeño detalle y lo comparte. No está atrapada en la leyenda. No deja que la vida pase desapercibida. Que hablen, pues, sus fotografías, qué sigan generando discusión e impacto.

Madre asháninka en estado de desnutrición es liberada por los operativos conjuntos entre asháninkas y las Fuerzas Armadas. Puerto Ocopa, Río Ene, 1992.

Se calcula que cerca de 6000 asháninkas perdieron la vida y 10 000 fueron desplazados forzosamente en los valles del Ene, Tambo y Perené. Puerto Ocopa, Río Ene, 2012.

Grupos de guerreros asháninkas antes de abordar un helicóptero del ejército para liberar a miembros de su pueblo secuestrados por SL. Puerto Ocopa, Río Ene, 1991.

Este artículo fue, originalmente, publicado en la primera edición de FOT. Revista Peruana de Fotografía e Investigación Visual en el 2018. El autor del texto y la fotografía de portada es Luis Cáceres.

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