David Arias: El azar es un actor importante en nuestras vidas fotográficas

David Arias: El azar es un actor importante en nuestras vidas fotográficas

Cuando hablamos de Puno, hablamos de una región que le ha dado al Perú muchos intelectuales en sus campos. Por ejemplo, el poeta Carlos Oquendo de Amat decía que algunos de sus poemas tienen ritmo cinematográfico y él estaba demasiado influenciado por este arte, comparándolo con un cofre donde caían lluvia, diamantes, truenos, lágrimas, risas, de todo. Esa caja era su sensibilidad.

Lo mismo tiene en mente con respecto a la cámara fotográfica, porque el autor de 5 metros de poemas lo ha marcado, David Arias (Puno, 1994) un fotógrafo y comunicador social egresado de la Universidad Nacional de Altiplano, especializado en Lenguaje Fotográfico por el Centro de la Imagen, y también agente cultural de cine y artes visuales.

Arias ha desarrollado diversos espacios formativos y festivales con circuito en el sur andino junto al colectivo Hatun Ñakaj. Se desempeñó como director del Festival de Cine de Puno (2021 – 2022) y, de la mano del director Óscar Catacora (1987-2021), fue asistente de fotografía en dos películas clave producidas en la región, entre ellas Winaypacha (2018), la primera en ser hablada en aimara, y Yana-Wara (2023).

En la siguiente entrevista para la Asociación de Foto Periodistas del Perú, habla sobre su motivación por consolidar proyectos visuales en torno a Puno, su experiencia con la cinematografía y la idea de un encuentro Binacional de Fotografía con los colegas bolivianos.

En una de tus presentaciones en Bolivia señalas que siempre tratas de asemejar las fotografías con la naturaleza del espacio físico y geográfico. ¿Podrías profundizar en eso? ¿Siempre has estado en el campo o en la ciudad de Puno?

La escuela de Comunicaciones me permitió hacer viajes de estudio y también trabajos de fotografía como tal. Puno es muy diverso en realidad. Puedes estar en la zona de selva, una selva andina. No es como la selva de Ucayali o del norte, de Loreto. Entonces, al ser una selva andina tiene características interesantes. Vamos descendiendo, digamos, a una zona de cordillera que es frontera con Cusco. Seguimos descendiendo y llegamos a Juliaca, Puno, y al Altiplano o a la meseta del Collao. Tenemos toda la periferia del Lago Titicaca que es otro paisaje. Esta diversidad me permitió mucho conectar con la parte visual, que resulta muy atractiva.

Claro que, siguiendo a pintores muy clásicos de la pintura puneña como Enrique Masías, del Círculo Pictórico Layccakota, Arturo Peralta o pintores que también desarrollan el paisaje del Altiplano en color. El mismo Lago Titicaca, el mismo color azul con su infinito, ha sido pintado y ha inspirado. Me interesó hacer reinterpretaciones. ¿Cómo representar el Altiplano en blanco y negro si a color ya está registrado por artistas, pintores o fotógrafos?

En cuanto a la parte estética del trabajo que he desarrollado, el uso de la escala de grises ha sido un proceso gradual tanto para la parte técnica del aprendizaje, los procesados, los revelados, que siempre están ahí, como también por el efecto visual y estético. Sobre todo, en el Altiplano, un espacio muy plano, pero a veces con elementos interesantes en el horizonte. Entonces, para mejorar un poco la imagen, el blanco y negro parecía ser la mejor manera de lograr lo que estaba buscando, aunque siempre estoy abierto a seguir experimentando el color.

Toda la comunidad artística se ha inspirado en el Lago Titicaca…

Siempre está presente. Es como un elemento constante. No es como, por ejemplo, las grandes ciudades en las que estás en tu barrio, en tu zona, y más allá de tu horizonte solo tienes un paisaje muy urbano. Desde una esquina o desde un punto fijo llegas a observar el horizonte del Lago.

Está como quince minutos caminando desde el centro de la ciudad…

Es parte de tu lenguaje visual, de tu diario, de tu caminar. Hay muchas historias. Esa omnipresencia influye en los artistas o todos los que han desarrollado actividad cultural cerca a Puno o en las ciudades cercanas al Lago. Los colores, por ejemplo, si es un día nublado, el lago cambia por completo. Si está despejado, si llueve, si hay luna llena. Es como un ser con diferentes personalidades. Un día lo puedes encontrar muy calmo. Otro día con viento, o incluso manchado con lentejas, en temporadas que no hay movimiento. Esa dinamicidad ayuda mucho.

¿Qué otra motivación has tenido para llegar a consolidar ciertos proyectos?

Principalmente, consolidar mis proyectos ha sido un tema de formación académica. Tuve la oportunidad de continuar una especialización sobre lenguaje fotográfico. Me di cuenta de que tres tenían más identidad. Uno de ellos era Víspera. Este proyecto habla sobre el preludio festivo en el Altiplano peruano. En todas las festividades de Puno siempre hay un día antes a la fiesta central que es la víspera. Hay una serie de elementos que son particulares en el Altiplano. Era un poco jugar con ese preludio festivo, en la noche.

Otro era Dispersos, algo más autoral. Más estético al 100 %. Minimalista. Espacios amplios y elementos en el centro. Mi primera exposición individual en la ciudad del Cusco fue Altiplano. Territorio, lugar y espacio, y todavía está en desarrollo ahora que estoy en Bolivia.

¿Tú dirías que existe un interés de las autoridades pertinentes por salvaguardar su cultura, su historia, hoy en día?

Siempre ha estado presente el tema de la salvaguardia cultural, es decir del patrimonio cultural e inmaterial en Puno. Si hablamos a partir de iniciativas, siempre se basan en la ciudadanía colectiva, y a las autoridades solo les queda sumarse a estos proyectos. Esto no quiere decir que estas autoridades realicen actividades que van más allá de las cuestiones turísticas generales, como la conservación del patrimonio cultural o de restos arqueológicos más cercanos a sus actividades, o algo similar como, por ejemplo, la festividad de La Candelaria.

Si hablamos de bienales de Fotografía, de arte o a concursos relacionados a estos, no es algo que ellos van a proponer. No lo van a hacer, pero en algún momento, ante la presión que ven de estos proyectos, deciden sumarse sí o sí.

¿En qué momento entonces te conectas con el cine del director Óscar Catacora? 

También fue en la escuela de Comunicaciones, un lugar infravalorado. Lo conocí cuando ya estaba terminando. Yo estaba en primero, segundo ciclo. Entonces, hay un movimiento de gente que hace poesía, arte, haciendo películas, cineclubs, teatro. Mucha gente que está en gestión cultural ha salido de la escuela de Comunicaciones.

Yo me encuentro con el proyecto de Óscar porque Tulio Palomino, un profesor de audiovisuales de la escuela, nos invita. Nos comentó que buscaban gente de Lima, como siempre, para ser un equipo de soporte. Siempre es necesario y es valioso para potenciar los proyectos. Las condiciones eran un poco extrañas porque le pedían incluso una lavandera. O algunos como que querían unas cositas un poco complicadas porque se iba a grabar sobre los 4000 m.s.n.m. y temas presupuestales, tú sabes que en el cine siempre vuela.

A las finales por ahí dijeron “oye, jalemos a algunos chicos de la escuela” y Tulio nos convocó como la selección. Nos dijeron que “hay un proyecto de un compañero de ustedes para realizar y ustedes que están con toda su locura”. Y nos fuimos. Esto fue en el 2016, 2017. Inició de una forma muy casual. En esa época hacia fotografía de sociales. Un poco de todo, pero siempre cercano a las artes. Fue el primer contacto con un proyecto cinematográfico serio. Claro que antes hacíamos cortos universitarios y cositas que siempre salen por ahí.

¿Y qué te pareció la experiencia de ser parte de Winaypacha, una importante película a nivel nacional y latinoamericano?

Fue como un retiro espiritual. Es de esas experiencias que te dan un giro. No solo en la parte del aprendizaje, sino también la oportunidad de obtener una visión diferente de las actividades que deseas realizar. Te das cuenta de que sí hay espacio para desarrollar otro tipo de actividad.

Y sí, definitivamente, cuando miras atrás y te das cuenta de que en el momento le dimos el todo por el todo. Pude aprender mucho de cómo Oscar trabajaba, de cómo dirigía a sus actores que no eran actores, y poder llevar a cabo un proyecto de ese tipo.

¿Cómo era el día a día del rodaje?

Yo fui por dos actividades. La foto fija que es como el detrás de cámaras y estuve haciendo asistencia de fotografía, y con el tiempo aprendí estos roles de la cinematografía que son mucho más amplios. Toda una locura.

Te cuento un poco del rodaje, generalmente, siempre inician temprano. Iniciamos cinco, seis de la mañana, para desayunar e ir a la locación: la provincia es Carabaya, en una ciudad que se llama Macusani y de Macusani nos íbamos para Pacaje, un pequeño pueblito, que estaba a 20 minutos, luego a la zona de rodaje eran como 20 minutos.

Todos los días nos movilizábamos a esa ruta. Iniciábamos temprano siempre. Algo muy interesante del proceso de rodaje es que los planos se iban desarrollando en el momento. Máximo una o dos escenas por día. No se corría mucho. Es por eso por lo que el espíritu de Winaypacha se establece, se proyecta mucho porque es muy contemplativo, un poco ligero por momentos. El desarrollo del rodaje era así. Nos quedábamos un rato conversando, esperando que el clima cambie un poco. Parte de lo que se refleja en la película nosotros también lo hicimos.

¿Qué te decía Óscar sobre lo que quería en la fotografía de Winaypacha?

Él la tenía muy clara. Todos los planos ya los tenía. Lo único que hacíamos era ensayar en los espacios. Hacer algunos ajustes. Tenía mucha claridad en su mirada compositiva de la imagen por la forma en que daba las indicaciones o cómo quería lograrla. Eso se debe a sus influencias. La seguridad y la forma en como él llevaba el proceso de guion.

Cuéntame sobre tus principales referentes peruanos y extranjeros en el lenguaje fotográfico. ¿A quiénes veías? ¿Quiénes te motivaron? ¿Y ahora cuáles son? ¿Qué es lo que ves en Bolivia?

Stieglitz, gente del modernismo americano. En toda esa amplitud de artistas mis primeros referentes visuales eran pictóricos y literatura puneña. Desde Gamaliel Churata hasta pintores muy poco conocidos de los cuarenta, la generación dorada de los cuarenta en Puno. Desde ahí he tenido más conexiones con lo visual y la escuela de Comunicaciones ha sido el punto de encuentro máximo. Por ejemplo, tuve la oportunidad de conocer a Henri Vallejo que es un director puneño de mucha trayectoria, de muchos años en el medio.

Ha habido como que etapas dentro de la fotografía puneña. Si bien es cierto, antes había fotografías más convencionales, tradicionales, esto de generar proyectos o proyectos más serios es reciente en Puno. No es algo muy antiguo. Siempre hablamos de Chambi. O de referentes similares a Carlos Dreyer u otros fotógrafos que han hecho trabajos en la zona de Puno, pero más allá de ellos mis referentes han sido de otras artes, principalmente, de la literatura y la pintura.

Bien regionalista, ¿no?

Sí, pero no tan tradicionales. Han sido muy vanguardistas en su momento y se han alejado un poco de lo más tradicional. Entonces, por ahí también iba esa búsqueda. Ciertamente, podía sacar fotos. En Candelaria hay mucho potencial: máscaras, bailarinas y más. Creo que el resto es salir de la foto de stock y darle nuevas miradas. Es una práctica constante.

¿Cuáles son los puntos clave en tu opinión en los que un fotógrafo que busca mejorar debería centrar sus esfuerzos?

Personalmente creo que un elemento muy central en la fotografía es la sensibilidad, que no necesariamente es lo emotivo, sino más bien una cuestión de percepción, es decir, lo que experimentaste y cómo percibes lo que ves del otro lado. La idea de poder tener una sensibilidad a lo que está frente tuyo, desde una roca, un paisaje, conflictos, incluso muertos. La sensibilidad es un elemento fundamental para que los fotógrafos desarrollen y potencien más sus imágenes.

¿Cuáles son los comentarios que has recibido en Bolivia sobre la fotografía documental que nosotros tenemos? ¿Consideras que hay una generación que se entiende más en nuestro país o en el extranjero?

Sí, sobre la fotografía peruana, creo que hay dos puntos muy importantes de los que podemos hablar ahora o en estos 23 años de este nuevo siglo, porque si vamos un pasito para atrás desde las influencias del modernismo americano, por ejemplo, Billy Hare o fotógrafos de ese tipo han hecho un trabajo espectacular también.

Me parece que la forma en que percibimos la fotografía en el Perú ahora, la veo desde un movimiento colectivo, con mucha acción colectiva. He visto mucho movimiento colectivo con respecto a proyectos de gestión cultural relacionados a la fotografía.

Entonces, ese movimiento colectivo que ha surgido en el Perú en los últimos años ha permitido generar nuevos espacios para fotógrafos o para visibilizar proyectos de otros lugares, descentralizar un poco la imagen, y ese movimiento o movilización que hubo desde los colectivos, las asociaciones, ha ayudado mucho. Es un aspecto importante en el desarrollo de la fotografía peruana contemporánea.

Lo otro, al ser un país tan diverso, tan diferente, desde el distrito más pequeño o la región más grande, esa amplitud del espacio nos permite mostrar o tener muchas imágenes diarias. En todo ese tiempo, podemos ver imágenes diferentes sobre el Perú. Si hablamos sobre fotografía peruana, me parece que todavía estamos en un momento de transición.

Si bien hemos visto un componente tecnológico en los últimos años, también muchos de nosotros hemos estado involucrados en conversaciones y espacios durante la pandemia. Entonces, la fotografía peruana todavía está en un proceso de consolidar proyectos y en la consolidación en el exterior.

Me alegra mucho cuando veo a colegas, amigos, participando o ganando premios como los Poy Latam en galerías importantes, llevando propuestas por ahí. Creo que después de esta transición de 20 años estamos en camino de consolidación de proyectos, y ahora lo estamos tomando como una profesión más seria, y me parece realmente importante para la carrera fotográfica.

¿Eso también lo has escuchado de parte de los bolivianos?

Sí, hay una percepción muy interesante de lo que se hace en el Perú desde la parte de la formalidad o al ver proyectos serios, bien ejecutados, bien organizados, con un buen respaldo. Aquí he encontrado una actividad potente, aunque todavía es un poco dispersa por momentos.

¿Qué opinas de la frase que «Puno mira más a La Paz que a Lima»?

Es más que nada una cuestión de geografía, pero por lo que literalmente te dicen, Puno está territorialmente más cerca de La Paz que Lima, y se debe más a que comparten el mismo espacio geográfico. Son dos países, dos departamentos, que comparten el mismo espacio geográfico.

Dado que comparten el mismo espacio geográfico desde la época preinca, incluso tienen algunas cosas en común: música, idioma, colores, por lo que encontrar estas similitudes hace que te encuentres más aquí que allá. Es una cosa más de pertenencia, pero ahora ha cambiado mucho.

De hecho, esas ideas son hasta los 2010. Escuchaba mucho de ello. La gente tiene una apertura mayor ahora. Se va mucho a Arequipa, Cusco, Moquegua, Tacna, para el sur. Son momentos. A veces, mediáticos. O cuando sale el tema de algunas danzas como la Diablada. Pero, te cuento que en el salón de clases que comparto, ya llevo dos cursos de Historia de Bolivia. Hablamos sobre Bolivia o temas cercanos y su percepción es otra. No es tanto lo que se lee en redes.

Regresando al tema fotográfico, ¿qué importancia tiene el equipo en tu trabajo? ¿Qué cámaras y objetivos utilizas?

Hay que tener una apertura con las herramientas fotográficas. Yo inicié con una Canon T3. Luego, me fui con una T5i. De ahí con una 7D, mis respetos. Maciza. Buen equipo. En mi carrera me enseñaron analógica hasta cuando ingresé en el 2012. De ahí, ya cambiaron la currícula. Ya no enseñaron analógico. Tuve unos primeros acercamientos. Solo 35 mm. Las más usuales y después tuve una temporada con Nikon también. Exploraba mucho los fijos. Les agarré mucho cariño. Y sí, siempre he estado entre 50 mm y 35 mm. con las ópticas, depende mucho de lo que haces. Me gustó mucho hacer paisaje. Muchas de mis ultimas fotografías las hice con un 50 mm en Nikon.

Al mirar tus imágenes, ¿crees que estás pasando de lo amplio a lo íntimo, lo complejo?

Sí, eso lo explorado también desde algunas actividades tradicionales o rituales en comunidades aimaras. Me parece muy interesante entrar a espacios más íntimos, llevarlos conmigo y trabajar sin destruir la armonía de estos grupos. No ser muy invasivo, que tu presencia no interrumpa lo que están haciendo. Por ahí un poco va el reto de capturar o hacer imágenes de estos espacios. De pronto, visualmente, hay momentos atractivos que te gustan. Creo que la paciencia y el respeto por lo que ves es fundamental.

Con respecto a tus influencias extranjeras, ¿tienes el nombre de algún fotógrafo boliviano que haya llamado tu atención?

Hace poco descubrí a un fotógrafo en Bolivia llamado Damián Ayma Zepita. Es poco posterior a Chambi, pero tiene una obra interesante por cómo se acercó a lo que tuvo en frente o a lo que vio en su momento. Mucha cercanía. Me pareció raro que mucha gente no lo ubicaba, incluso, en Bolivia, pero tiene una galería o una exposición permanente en el MUSEF (Museo Nacional de Etnografía y Folklore). Es un etnógrafo visual.

Lo que sí he visto también en Bolivia es el trabajo fotográfico femenino. Muy potente. En relación con las cholitas, a los elementos de las trenzas, son proyectos, por ejemplo, en Puno visualmente los tenemos presentes, pero aquí los han llevado a niveles alucinantes. Las mujeres fotógrafas llegan a generar una conexión más íntima con ellas, y lo segundo es que el rol de la mujer es diferente.

¿Qué otros temas tienes en mente para registrar?

He tenido dos líneas muy marcadas en mi trabajo. Recién estoy consolidando estos proyectos visuales, pero siempre he estado ligado a la gestión. Lo que ahora estoy buscando es ampliar este proyecto Altiplano hasta la zona boliviana, y explorar con imágenes de aquí. En algún momento generar algo enorme con estas imágenes.

Y la otra línea es que estamos armando una Binacional de Fotografía. Es la primera vez que lo comento. Es un proyecto expositivo que busca reunir la mirada visual de dos países. La idea es buscar el encuentro. Son tres líneas expositivas. Una línea de dos fotógrafos consagrados. Estaba pensando en Martín Chambi y Damián Ayma Zepita. Luego, 10 fotógrafos peruanos y 10 fotógrafos bolivianos en activo. Y una tercera línea expositiva de fotógrafos emergentes. Estamos buscando espacios para exponer. Si todo sale bien, el próximo año se podrá hacer algo.

¿Qué opinas sobre el papel de la fotografía en la memoria histórica?

Es fundamental y esencial. Hasta antes de toda esta revolución tecnológica era indispensable incluso Pero ahora, con la amplitud de la tecnología en términos de acceso a imágenes, creo que el mayor valor sería registrar, por ejemplo, una huelga o un incidente que podría haber ocurrido. Hay video. Hay noticias. La memoria es mucho más grande que antes. Siento que gran parte de su valor reside en las formas y su interpretación. A veces es incluso un tema más personal. Por ahí, creo que la memoria a partir del archivo visual siempre será un elemento de estudio en ocasiones, reflexivo y sobre todo siempre enfocado en los constantes cambios del pasado, presente y futuro.

¿Consideras que tus fotografías están cargadas de simbolismo?

Esto lo asimilo a un tema más sensitivo. O de traer a tu mente alguna poesía de algún poeta loco de por ahí. O una charla que recuerda a cierto pictórico. Me gusta mucho Puno. Le tengo cariño a Puno porque allí aprendí todo. Una vez más, se trata de una cuestión de sensibilidad. Por ahí lo voy llevando. Por ahí va el camino de interpretar. A veces son momentos fugaces, y eso es la fotografía, a veces suceden, y dices lo interesante que es. El azar siempre está presente en lo que hacemos. Es un actor importante en nuestras vidas fotográficas.

¿Cómo explicas la conexión de los puneños con su tierra?

Me parece que existe una conexión muy personal con la tierra, no por política o pertenencia, sino por un gran respeto. Es coexistencia. Como comenté al principio, habitar en un paisaje como el Lago, tiene una fuerza tan potente que te hace conectar con este espacio. Por eso creo que todos los ciudadanos, las personas que viven en otras zonas, tienen esto en mente, esta conexión con algo, especialmente con la naturaleza. Si vas a Ayaviri, a Azángaro, a Sandia, encontrarás que conviven con una deidad, con un Apu, con una montaña, con lagunas y muchas conexiones similares. Pero como es una región tan diversa y diferente, te ayuda a comprender, sensibilizar y dar sentido a mucho de lo que estás viendo.

Entrevista: Luis Cáceres Álvarez

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