El fotoperiodismo según Eugene Smith

El fotoperiodismo según Eugene Smith

La fotografía es un medio de expresión poderoso. Debidamente empleada, es un gran poder para nuestro mejoramiento e inteligencia; mal empleada, puede encender muchos fuegos inoportunos. El fotoperiodismo, debido al enorme público al alcance de las publicaciones que lo usan, influye más sobre el pensamiento y la opinión del público que ninguna otra rama de la fotografía. Por estas razones es importante que el fotoperiodista posea (además de la maestría esencial de sus herramientas) un fuerte sentido de integridad y la inteligencia necesario para poder entender y presentar un tema correctamente.

Aquellos que creen que el fotorreportaje es “selectivo y objetivo, pero puede interpretar la materia fotografiada” una falta absoluta de entendimiento respecto a los problemas y al funcionamiento propios de la profesión. El fotoperiodista no puede tener más que un enfoque personal: le es imposible ser totalmente objetivo. Honesto, sí; objetivo, no.

Obrando con diferentes técnicas, todas ellas comunes con otros de la profesión, los fotógrafos Lisette Model, Cartier-Bresson y Gjon Mili se eleven por encima de la pericia técnica. Sin embargo, cada uno de ellos, si hubiese de manejar el mismo material, sería capaz de dar al mundo una interpretación individual excelente. Cartier-Bresson y Leonard McCombre son dos fotógrafos que trabajan casi exclusivamente con cámaras de 35 mm y luz natural. Aquí también se podría casi garantizar que sus interpretaciones del mismo tema serían muy distintas. ¿Cuál es la verdad objetiva? Tal vez todos estos fotógrafos expresan la verdad, siendo la verdad “muchas cosas para mucha gente”.

Hasta el momento de la exposición —e incluso este mismo momento—, el fotógrafo está obrando de una manera innegablemente subjetiva: al elegir el enfoque técnico (el cual es una herramienta de control emocional), al seleccionar el motivo que ha de ser plasmado en negativo y al decidir el momento exacto de la exposición, etc., está haciendo una mezcla de las variantes interpretativas para obtener un conjunto emocional, que será la base sobre la cual se formará la opinión del público observador.

Es responsabilidad del fotoperiodista someter su cometido a un examen y buscar la verdad frecuentemente intangible. Luego, muy cuidadosamente (y a veces con gran rapidez), debe actuar para llevar su intuición, junto con las características del tema, a la fotografía acabada.

Es importante que la inspiración para la interpretación provenga de un estudio de la gente y lugares que se han de fotografiar. La mente debe permanecer tan abierta y libre de prejuicios como sea posible, y el fotógrafo no deberá jamás tratar de forzar que el tema se adapte a ideas preconcebidas, suyas o del editor. Muy a menudo se le asigna una tarea; el fotógrafo lee las instrucciones y las sugerencias y las sigue sin más pensamiento que el de hacer las fotografías lo más aproximadas que pueda a lo que él considera ser los deseos de los editores. Con demasiada frecuencia, debido a investigaciones defectuosas, a conocimientos inadecuados o a nociones preconcebidas, el tema direccional de la labor se basa en una idea falsa de la realidad actual. Pero para no contratar a los editores que pagan su sustento, el fotógrafo trata con frecuencia de hacer que su historia esté en conformidad con un juicio ajeno, miope y retorcido.

El fotógrafo debe asumir la responsabilidad de sus obras y los efectos de éstas. Pero cuando su obra sea una deformación (esto es a veces intangible, pero otras, chocantemente evidente), será también proporcionalmente un crimen contra la humanidad. Aun en temas poco importantes hay que adoptar esta actitud, pues las fotografías (y la leyenda al pie) son lo que moldea la opinión.

Una falsa información por un lado y otra por otro se convierten en la leña que enciende los funestos malentendidos. La mayoría de los reportajes fotográficos requieren una cierta cantidad de planteamiento, de adaptación y de dirección de escena, para lograr una coherencia gráfica y editorial. Aquí el fotoperiodista puede sacar a relucir su aspecto más creativo. Cuando ello se hace para lograr una mejor traducción del espíritu de la actualidad, entonces es completamente ético. Si los cambios se convierten en una perversión de la realidad con el único propósito de producir una fotografía más dramática o más comercial, el fotógrafo se ha permitido una licencia artística que no debería darse. Este es un tipo de falseamiento muy común. Si el fotógrafo ha falseado por razones no éticas, ello se convierte obviamente en una cuestión de la mayor gravedad.

Tengo la certeza personal de que todos los acontecimientos del mundo que causan grandes trastornos emocionales, como las guerras, los disturbios, los desastres mineros, los incendios, la muerte de líderes (por ejemplo, la reacción a la muerte de Ghandi) y otros semejantes que tienden a liberar las emociones humanas deberían ser fotografiados de una forma totalmente interpretativa. Bajo ninguna circunstancia debe intentarse recrear tal cual los sentimientos dominantes y los sucesos de estos momentos.

Yo prefiero este enfoque interpretativo en la elaboración de todos los reportajes, es decir, siempre que sea posible. Sin hacer caso del cómo de las interpretaciones, el ámbito de la fotografía debe buscar hombres con integridad, de mente abierta, de propósito sincero, con la inteligencia y perspicacia necesarias para penetrar en el núcleo vital de las relaciones humanas y con la rara habilidad de poder dar la totalidad de sus hallazgos imparciales al mundo. Son pocos los hombres que reúnen tantas cualidades, pero los criterios del periodismo deben ser elevados. Y el individuo que lucha por conseguir esta perfección no debe tener compromisos. No debe doblegarse ante aquellas publicaciones que quisieran que no fuera así. Tendría que dar cuenta de cualquier mal uso prolongado de su labor y no podría buscar refugio en la queja de que es solo un trabajador haciendo la tarea que se le ha asignado.

El deseo final de todo artista fotógrafo que trabaja en periodismo es el de que sus fotografías vivan en la historia, más allá de su importante, pero breve, vida en una publicación. Pero solo se podrá alcanzar este estadio si se combina una profunda penetración en el carácter del tema con la perfección compositiva y técnica, un conglomerado esencial en cualquier obra maestra de la fotografía.

W. Eugene Smith: Fotoperiodismo (1948), citado por Joan Fontcuberta en Estética fotográfica (Editorial Gustavo Gili)

Todas las fotografías pertenecen a su ensayo fotográfico «Country Doctor».

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