Yershon Vilca: entre el oro y las sombras de la sierra peruana

Yershon Vilca: entre el oro y las sombras de la sierra peruana

Retratos de resistencia y esperanza en las tradiciones andinas

En las extremas alturas de la Cordillera de los Andes, a más de 5,100 metros sobre el nivel del mar, se encuentra La Rinconada, una de las ciudades más altas y desoladas del mundo. Aquí, en el resplandor de la minería informal de oro, Yershon Vilca encontró un punto de inflexión en su carrera. Su lente capturó una historia de lucha, esperanza y profunda conexión con la tierra, marcando no solo su trayectoria profesional, sino también su misión como narrador de historias invisibles.

En este contexto, Yershon se sumergió en la vida de La Rinconada, Puno, conviviendo con sus habitantes y compartiendo rituales. Documentó la dureza del trabajo minero y destacó la riqueza cultural que permea cada aspecto de sus vidas. En sus propias palabras, buscaba “capturar la dualidad de su existencia”: la lucha diaria por la supervivencia y el arraigo de sus costumbres y creencias ancestrales. Esta región no es solo un centro de extracción de oro; es un lugar donde el respeto a la tierra y los rituales se entrelazan con la explotación y la degradación ambiental.

Una de las experiencias más significativas de su tiempo en La Rinconada ocurrió cuando conoció a un anciano minero. A pesar de la barrera del idioma, se estableció una conexión especial. El anciano, vestido con la típica vestimenta minera, lo invitó a su hogar. Durante horas, compartió su historia, narrando una vida marcada por la dureza de la mina, la perseverancia y el respeto hacia sus raíces. Mientras escuchaba y capturaba cada gesto y arruga en el rostro del hombre, Yershon comprendió que la fotografía documental no era solo una herramienta visual, sino un puente de empatía y entendimiento entre mundos.

Con estas fotografías, Yershon reafirmó su compromiso de mostrar las realidades de las comunidades y culturas marginadas. Hoy, La Rinconada sirve como brújula ética en su trabajo, un recordatorio constante de cómo la fotografía puede iluminar realidades complejas y despertar una conciencia sobre la resistencia y la humanidad en medio del peligro.

Para transmitir la dureza y la complejidad de la vida minera, utiliza técnicas visuales que incluyen retratos de los mineros en momentos íntimos, capturando la fatiga y la determinación en sus rostros. La luz natural y los contrastes fuertes no solo resaltan las texturas de la tierra, sino que también evocan las emociones de los mineros. “La elección de tonos oscuros y desaturados me ayuda a reflejar la dureza del trabajo y el desafío diario que enfrentan los mineros”, menciona.

Retratar los elementos culturales es tan importante como capturar las condiciones laborales. Yershon sostiene que “cada imagen debe contar también la historia de una resistencia cultural que, pese a las adversidades, sigue viva”. La dimensión ambiental ocupa un lugar central en su trabajo. La minería informal acarrea un alto costo ecológico, y a través de sus fotografías, Vilca intenta visibilizar estos impactos: “Es vital generar conciencia sobre los efectos negativos de esta actividad en la naturaleza y fomentar prácticas más sostenibles”.

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En la sierra, le resulta fácil dialogar con los mayores, “probablemente debido a mis rasgos físicos y a mi personalidad. Esta cercanía me permite practicar lo que llamo ‘fotografía desde dentro’”. Aunque aún no ha explorado otras regiones fuera de la sierra, ha aprendido que establecer una relación de confianza con las personas que fotografía es fundamental. Escuchar sus historias, mostrar un interés genuino y ser sensible a su cultura y emociones le permite conectar de manera más profunda. Siempre explica claramente sus intenciones y el propósito del proyecto, lo que brinda tranquilidad y seguridad a sus sujetos, creando un espacio donde se sienten cómodos compartiendo sus vidas.

“La fotografía puede romper barreras”, afirma Yershon. De esta manera, no solo captura instantes; busca movilizar a quienes observan, recordándoles que cada imagen narra una historia y apoya una causa. Entre los fotógrafos que han dejado huella en su estilo, Vilca destaca a Sebastião Salgado, cuyas series Workers y Genesis le enseñaron el valor de la empatía y la dedicación a largo plazo en proyectos que abordan temas sociales y humanos. Inspirado por Dorothea Lange, quien capturó la dignidad y la resistencia de los estadounidenses durante la Gran Depresión, Vilca adopta un enfoque donde el sujeto y su humanidad son el centro. Steve McCurry también ha influido en su trabajo a través del uso de color y composición, y Eugene Smith, con su maestría en los ensayos fotográficos, le ha enseñado la importancia de contar historias de manera continua y profunda.

De origen latinoamericano, Graciela Iturbide ha sido una referencia clave en su intento de documentar las tradiciones andinas. Inspirado por su enfoque en la vida cotidiana y las costumbres de México, busca capturar el espíritu de las culturas de su propia tierra. La película La teta asustada de Claudia Llosa también le ha proporcionado una perspectiva sobre cómo abordar temas de identidad cultural y trauma social. Llosa, al entrelazar cultura, resistencia y supervivencia en un contexto peruano, le inspiró a profundizar en aquellos aspectos en sus proyectos documentales. Y, por supuesto, Martín Chambi es una de sus máximas inspiraciones para continuar con su propósito.

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El primer paso de Yershon siempre es sumergirse en el tema que desea capturar. Investiga sus costumbres, tradiciones y el contexto socioeconómico que las envuelve. Se formula preguntas clave: ¿Qué aspecto de su vida quiero destacar? ¿Qué mensaje deseo transmitir a través de mis imágenes?

Una vez que ha establecido una conexión y tiene claro el contexto, Yershon pasa a la planificación técnica, eligiendo el equipo adecuado—cámaras, lentes y herramientas—que le permita captar la esencia del entorno. Prefiere lentes versátiles, entre 35 mm y 50 mm, que son ideales para retratos íntimos y paisajes. La luz natural es su aliada, ya que busca mantener la autenticidad en cada imagen, utilizando configuraciones simples que no distraigan ni incomoden a las personas que documenta.

Durante la ejecución de su trabajo, Yershon valora la importancia de dejar espacio para la espontaneidad. Aunque tiene un objetivo claro, reconoce que los momentos más impactantes suelen surgir de manera orgánica. La planificación puede no ser suficiente ante la realidad del momento, y aquí es donde su intuición resulta fundamental.

En la fase de edición, su enfoque respeta la realidad que ha documentado. Prefiere realizar ajustes sutiles que realcen los detalles sin alterar la esencia de la imagen. En ocasiones, utiliza colores específicos, como el azul o verde en sus fotos sobre minería en Puno, para enfatizar un mensaje cultural o emocional. Este proceso es, como él mismo describe, cíclico. Cada proyecto le brinda nuevas lecciones que aplica en el siguiente, ajustando y evolucionando su enfoque creativo. Así, su trabajo no solo captura imágenes; establece un diálogo significativo entre las historias de las comunidades y el mundo que las observa.

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Para él, la fotografía es una herramienta de denuncia y celebración, un archivo visual que conserva la riqueza de costumbres que podrían desaparecer con el tiempo. “Quiero mostrar que cada comunidad tiene una historia profunda y compleja. Al documentar su vida cotidiana, sus desafíos y su cultura, busco que las personas miren con más empatía y comprensión estas realidades”, expresa Yershon con convicción. Este enfoque se refleja en su proyecto Tinyakuy, que significa “reconciliación” o “ponerse de acuerdo” en quechua. A través de esta serie, Vilca explora el profundo vínculo que las comunidades indígenas mantienen con su historia y tradiciones, aun cuando el avance de la modernidad amenaza con borrar esas huellas.

“Elegí documentar el Tinyakuy porque es un reflejo de la vida andina, presente en ceremonias, festividades y relaciones cotidianas. Capturar ese momento de conexión con sus raíces y valores ancestrales es una forma de mantener vivas estas tradiciones”, explica Vilca. Durante su recorrido, ha sido testigo de momentos imborrables.

En una de las ceremonias de Tinyakuy, compartió una jornada con una comunidad que reunía a familias en torno a ofrendas y relatos que resonaban con el eco de generaciones pasadas. En el corazón de esta reunión, un anciano contó historias sobre la importancia de la reconciliación, mientras los jóvenes escuchaban atentamente. “Ese fue un momento especial para mí como fotógrafo”, recuerda Yershon. “Quería capturar el espíritu de unión y aprendizaje intergeneracional que vi en sus rostros. Este tipo de conexión, donde la fotografía trasciende lo visual y se convierte en un puente entre generaciones, es lo que más me inspira”. Tinyakuy es, en suma, un proyecto que Yershon describe como “un tributo visual a la capacidad de los pueblos andinos de mantenerse fieles a sus valores”.

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Finalmente, reflexiona sobre el impacto que su trabajo puede tener en la audiencia. La fotografía tiene un poder único para sensibilizar y generar conciencia sobre realidades que suelen ser ignoradas o mal entendidas. Si un proyecto tiene el potencial de cambiar percepciones, promover la empatía o proteger aspectos de la identidad cultural, Vilca lo toma como una señal para seguir adelante. Así, cada proyecto se convierte en un puente entre las historias de las comunidades que documenta y el público que las recibe.

Dedicar tiempo a convivir con las personas antes de empezar a fotografiar es crucial. Este enfoque crea un ambiente relajado donde se sienten cómodos ante la cámara y pueden mostrar su verdadero yo. Al tomar fotografías, evita ser invasivo; permitir que los momentos fluyan naturalmente, sin interrumpir la vida cotidiana, es fundamental para capturar la esencia de su día a día.

Aunque parezca contradictorio, su búsqueda es también un viaje personal. Al intentar comprender el mundo andino en toda su magia y curiosidad, también busca encontrarse a sí mismo. “Encontrarse” se convierte así en sinónimo de “sentirse vivo”. Cada fotografía es un testimonio del respeto y la relación que ha construido con las comunidades, asegurando que sus historias sean contadas con dignidad y sensibilidad.

Autor: Luis Cáceres Álvarez

Todas las fotografías pertenecen a Yershon Vilca

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