Fidel Carrillo: El poder de comunicación que tiene la fotografía es invaluable para nuestra sociedad

Fidel Carrillo: El poder de comunicación que tiene la fotografía es invaluable para nuestra sociedad

Desde el Centro Histórico de Lima hasta los rincones olvidados de las afueras de la ciudad, pasando por cementerios y fiestas patronales, Fidel Carrillo muestra claramente la complejidad de la vida limeña, desafía estereotipos y ofrece una visión más comprensiva de la capital peruana.

La carrera de Carrillo ha abarcado más de dos décadas y su estilo fotográfico ha pasado por varias fases, desde el frenesí del fotoperiodismo hasta exploraciones creativas de estética y narrativas visuales. Su obra refleja con audacia y perspicacia no solo el enredo de los limeños, sino que también desafía las nociones tradicionales de la ciudad. A través de sus imágenes, descubrimos una Lima popular en constante cambio, vibrante y diversa en lo cotidiano y lo ordinario, en medio del polvo y el cemento, invitándonos a reflexionar sobre las injusticias que aún existen en nuestra sociedad.

En la siguiente entrevista para la Asociación de Foto Periodistas del Perú (AFPP), Carrillo comparte sus orígenes y el desarrollo de su labor, explorando la dualidad entre la documentación y la expresión artística, así como su relación con la periferia limeña y la importancia de la fotografía documental como herramienta de preservación cultural.

¿Cómo describirías tu estilo fotográfico y qué elementos crees que lo distinguen?

Es bien complejo hablar de un estilo fotográfico cuando mi trabajo siempre ha estado en constante evolución. Tras 25 años de estar inmerso en este hermoso mundo de la fotografía, caigo en la cuenta de que mi fotografía ha transitado por cuatro etapas muy marcadas:

  1. De registro, cuando trabajé de fotoperiodista en varios diarios importantes, donde la preminencia de la información y el momento decisivo sobre la estética era determinante para que tus fotografías sean consideradas en la edición del día siguiente, mi experiencia como fotoperiodista y después como editor me ayudaron a ver la realidad desde enfoques diferentes.
  2. Documental y ensayo, paralelamente a mis labores como reportero gráfico, entre mis coberturas periodísticas, creé una agenda propia para documentar la cotidianidad en el centro de Lima y sus periferias, retratar esa Lima pluricultural, llena de contrastes. A partir de esas exploraciones urbanas empecé a identificar temas y subtemas interesantes que me permitieron desarrollar proyectos a corto y largo plazo con los que tenía más afinidad y pleno acceso como la migración, maniquís, cementerios populares, la ceguera, fiestas patronales, donde confluyen mi pasión por el color y el equilibrio de la imagen.
  3. Introspectivo, con la llegada de la pandemia mi trabajo fotográfico se centró en documentar mi encierro, cuando empezó a alargarse la cuarentena, las cifras de contagios y muertos crecían exponencialmente, entré en pánico por mi condición de diabético. Las paredes y los objetos intrascendentes de mi casa cobraron importancia. Comencé a contemplar y registrar todo lo que se movía. Es ahí cuando mis registros se tornaron más introspectivos, en todo objeto me veía reflejado, toda mi fotografia era gris, monocroma, mientras sentía mas pánico, el color se desmaterializaba con la desesperanza y la incertidumbre.
  4. De representación, dentro de la pandemia y postpandemia mi mirada fue sufriendo mutaciones, buscaba imágenes que contuvieran símbolos que representen un estado emocional o que sugieran el impacto psicológico que causaba la cuarentena en las personas. Ahí nació Un mundo desde mi ventana, ensayo de la soledad en tiempos de pandemia, imágenes con cargas simbólicas que capturé desde mi ventana de todo lo que proyectaba el televisor de mi vecino.

En el presente, estoy trabajando proyectos donde mis fotografías las utilizo como un insumo para acercarme a imaginarios personales, utilizando la técnica del collage y el fotomontaje para representar un problema o graficar una situación en particular

¿Cuáles son tus principales fuentes de inspiración en la fotografía?

Mis inicios en la fotografia allá por los años 1995, estuvo marcado por el oscurantismo virtual. No existía el internet. Las veredas de la avenida Colmena en el Centro de Lima eran mi Google donde encontraba de todo, desde revistas de moda, de investigación como Oiga, Sí, Caretas, internacionales como Time, Rolling Stones, National Geographic, colecciones de cursos de fotografias de 70 números, creo. Literalmente aprendí la técnica y composición fotográfica leyendo revistas en la calle con cámara en mano. La calle fue —y sigue siendo— una de las fuentes principales de inspiración y aprendizaje en mis primeros años de fotógrafo.

Recuerdo entre las tantas incursiones en el Centro de Lima, antes de trabajar en un medio impreso, haberme cruzado un par de veces con dos fotógrafos en diferentes situaciones, uno de Caretas y a otro de la República. Los seguí un buen rato para ver su desenvolvimiento, como agarraban la cámara, que lentes utilizaban, su desplazamiento y su interacción con la gente. Regresé a mi casa inspirado, yo soñaba ser como ellos.

Ya más maduro, en el contexto de la virtualidad, con Google de asistente, saciado de imágenes que nos provee el internet y las redes sociales, me nutro tanto de lo cotidiano, el caos, el desorden como de la simpleza de un paseo en auto. Ya en postpandemia, el silencio y lo vacuo del desierto me empezaron a atraer, las calles vacías sin gente se convirtieron en espacios interesantes para explorar.

Consumo mucha fotografía sin distinción de géneros. Sigo a fotógrafos más por sus trabajos que por nombre, admiro a muchos, unos más que otros por supuesto, es más, tengo la suerte de tenerlos como amigos, leo poco, consumo —veo, no compro— mucha pintura abstracta, minimalista, collage, cine, videos musicales, trato de comprar fotolibros de fotógrafos peruanos, disfruto de una buena buena conversa con amigos y colegas fotógrafos, consumo mucho podcast, conversatorios, documentales y entrevistas a fotógrafos en YouTube. Todo me sirve para mantener activo mi espíritu de fotógrafo.

¿Cuál consideras que ha sido la imagen más impactante que has capturado y por qué?

La imagen más impactante que registré hasta ahora no es la que tiene mejor carga estética e impacto visual, sino porque se me quedó grabado para toda la vida por lo trágico y situación límite que viví. Fue la primera vez que, literalmente, tuve contacto directo con la muerte en su peor versión. Todo aconteció en el incendio de Mesa Redonda del 2001.

Recuerdo cuando mis compañeros y amigos fotógrafos Nancy Chapell, Daniel Silva y yo nos íbamos a nuestras casas a eso de las 8 p. m. después de haber finalizado nuestros turnos en el diario El Comercio, ubicado en ese entonces en el Centro de Lima, vimos una humareda en el cielo por el lado de la Av. Abancay cuando estábamos cruzando el jirón Miroquesada. Regresamos al diario inmediatamente, ahí nos informaron que en Mesa Redonda se había desatado un incendio de grandes proporciones y que, además, había personas atrapadas en ascensores, gente que se estaba muriendo asfixiada mientras escuchábamos explosiones de bombardas. Recogimos nuestros equipos y enrumbamos por distintos puntos.

El jirón por donde intenté acercarme estaba copado de puestos de ambulantes hechos de madera y plásticos, estaba siendo devorado por el fuego. No recuerdo cuanto me demoré en llegar a la zona más afectada donde todos los periodistas, de todos los medios impresos y televisivos, intentaban llegar porque supuestamente mucha gente estaba atrapada dentro de las galerías. Todo estaba oscuro, con la luz de mi flash veía por momentos que el piso estaba lleno de escombros y aparentemente regados de maniquís quemados. El ambiente era irrespirable.

Cuando llegaron los camarógrafos y prendieron los reflectores de sus cámaras caí en cuenta de que estaba en medio de cadáveres calcinados en diferentes posiciones, con los que tropezaba a cada rato en el camino. A partir de ahí, traté de ver todo a través del visor de mi cámara, era muy fuerte para mí. Una de las tantas fotos que registré de ese encuentro con los cadáveres calcinados fue publicado en la contraportada del diario al día siguiente, el espacio que le dieron a mi foto fue de solo dos columnas, relegado por las grandes fotos que sacaron mis compañeros, en especial Daniel Silva, quien logró registrar fotos extraordinarias e inclusive obtuvo varios reconocimientos.

¿Cómo equilibras la narrativa visual con la estética en tus fotografías?

En todos mis trabajos documentales, la composición y el color siempre, siempre va a marcar la pauta de mis fotografías. En el acto fotográfico disparo como un mono con metralleta. Me desconozco, no perdono nada. Mejor que sobre a que falte, pienso siempre. Esa “virtud” se convierte en problema cuando me siento frente a mi computadora para hacer la preselección y después la selección definitiva de las imágenes, es ahí donde siempre surge la disyuntiva entre escoger la “foto bonita”, o sea, la que destaca por su estética o escoger la foto que cuente algo. Es difícil no enamorarse de ciertas fotografias, con los años he aprendido a desenamorarme, a ser más desprendido cuando edito.

¿Qué opinas sobre el papel de la fotografía en la documentación de la realidad y la expresión artística?

Lo bonito de la fotografia es su versatilidad, ahora está a disposición de todos, su democratización la ha convertido más que nunca en una herramienta poderosa de documentación y gerenación de acervos fotograficos sobre la realidad y de micro realidades. Todos documentamos desde nuestros celulares, la fotografia es el único vehículo que no discrimina, su accesibilidad ha permitido que la memoria colectiva se convierta en memoria personal y también un vehículo de comunicación de las diversas expresiones artísticas que salen de esta.

Nosotros los fotógrafos documentalistas podemos utilizar la composición, la luz, el color y otros elementos visuales para transmitir emociones, crear atmósferas, contar historias y explorar espacios más profundos para provocar reflexiones en el espectador. El poder comunicativo que tiene la fotografía hace de esta una forma de arte y comunicación invaluable en nuestra sociedad.

¿Cuáles fueron los principales desafíos que enfrentaste al pasar de la fotografía periodística al enfoque más creativo y estético?

Paralelamente a mi labor como fotoperiodista, siempre he buscado espacios fuera de la agenda del medio donde trabajaba para dar rienda suelta a mi curiosidad y confundirme con el caos y el desorden de la calle. Cumplir un horario de ocho horas era mi zona de confort. El fotoperiodismo era mi profesión. La dosis de adrenalina que ciertas coberturas nos inoculaba era adictiva, pero recorrer la calle con cámara en mano para documentar lo impensado tiene además de adrenalina, un encanto especial, es mas orgánico e instintivo. El desafío de generar imágenes atractivas visualmente exento de carga de información, solo fijarme en la composición y el color se transformó en una actividad lúdica necesaria hasta ahora.

Hablando en sentido figurado, yo nunca le fui fiel al fotoperiodismo, era mi tóxica, teníamos una relación de amor y odio, la calle era la otra, mi equilibrio, mi válvula de escape, la que satisfacía todo mi instinto de voyeurista que tenía dentro.

¿Cómo influyeron tus experiencias en el fotoperiodismo en la forma en que abordas ahora tus proyectos creativos?

Por el fotoperiodismo conocí casi todo el Perú, me acercó a la gente, su entorno y sus problemas, a comunicar emociones y a escuchar. Me ha enseñado a ser observador, a capturar la realidad de manera auténtica. Como fotoperiodista a menudo trabajaba en condiciones difíciles y cambiantes, lo que me obligaba a dominar rápidamente la técnica fotográfica para poder capturar imágenes de calidad en situaciones impredecibles. El dominio de la exposición, el enfoque, composición y el uso de la luz de manera efectiva mientras lidiaba con otros colegas para obtener la “foto” era una constante en las coberturas periodísticas. Todas estas habilidadades se reflejan en mi trabajo documental creativo, donde busco capturar momentos únicos, fugaces y efímeros que puedan pasar desapercibidos a simple vista, pero que pueden tener un gran impacto en la imagen.

¿Qué papel juega la fotografía documental en la preservación y la representación de la cultura andina y las comunidades migrantes en el Perú?

La fotografía documental en todas sus versiones es una poderosa herramienta para dar visibilidad a las poblaciones migrantes en el Perú, las cuales en su mayoría enfrentan constantes desafíos como la discriminación, la falta de acceso a servicios básicos, a veces hasta la pérdida de sus tradiciones culturales y costumbres. Nosotros, los fotógrafos documentalistas, tenemos la tarea de contar sus historias de vida, destacar sus contribuciones a la sociedad peruana, generar conciencia sobre sus condiciones de vida, a exponer sus realidades, a mantener viva su memoria y así a preservar esta rica herencia para las futuras generaciones.

MUNDO POPULAR

NUEVA LIMA / NUEVOS LIMEÑOS

¿Qué aspectos de Lima y su gente te han intrigado más a lo largo de tu carrera fotográfica?

Como fotoperiodista, recorrí Lima de pies a cabeza cubriendo eventos de diferentes índoles. En paralelo, enfoqué mis exploraciones urbanas en el centro de Lima y los distritos periféricos. Siempre me ha jalado como un imán los escenarios donde campea el caos, el desorden y el bullicio. Donde la gente va y viene, sale y entra en mi encuadre. Donde el reto de componer y ordenar los elementos solo lo controlas con la espera. A diferencia de los distritos tradicionales de clase media, media alta y alta, carecen de esa efervecencia que te da la informalidad en su estado más puro, que nunca deja de sorprenderme e intrigarme. Quizás es por esto por lo que regresaba siempre a documentarlo, hasta que llegó la pandemia.

En esos dos años en el limbo, de varios meses encerrados, empezó a germinar dentro de mí y de todos, creo, que el elemento humano era una amenaza para mi salud. Empecé a desmarcarme de la muchedumbre y buscar lugares para fotografiar donde me sienta libre de contagio del covid-19. Era un acto de supervivencia que me permitió explorar nuevos espacios para registrar.

Tu mirada fotográfica refleja la naturalidad y el respeto hacia los barrios populares de Lima Metropolitana. ¿Podrías profundizar sobre cómo capturas esa autenticidad en tus fotografías?

Yo he nacido y crecido en un cono, mis padres y hermanos viven en Comas. Mis referencias tienen más polvo que cemento. Recorrer con mi cámara sus cementerios ubicados a lo más alto de los cerros me resulta familiar porque vecinos, e incluso mi abuela materna, están enterrados ahí hace 50 años.

Me encanta registrar las fiestas patronales porque me hace recordar cuando acompañaba a mi papá a las yunsas de sus paisanos. Las calles polvorientas en las zonas populares me remiten a la imagen que tengo de mi barrio de pequeño cuando recién se estaba urbanizando, de mi padre y mi abuelo ayudando a los albañiles cuando llenaban el techo del primer piso. Ahora, la casa tiene tres pisos. El barrio que me vio crecer se ha convertido en una urbanización. Me casé y me mudé a un distrito clasemediero, pero todos los fines de semana, religiosamente, visito a mis papás, o sea, mi cordón umbilical se mantiene intacto. Todo lo dicho no es solo un dato referencial, sino es determinante para entender que en mis imágenes lo que muchos entenderán como “respeto” es en realidad una naturalidad intrínseca de quien habla de su barrio, su gente, su ciudad.

¿Qué opinas sobre la tendencia a asociar la imagen de la ciudad de Lima, únicamente, con el lujo y la belleza superficial? ¿Cómo intentas desafiar esa percepción a través de tu trabajo?

Lima es una ciudad llena de contrastes, tiene una riqueza cultural y social mucho más amplia y diversa donde coexisten la riqueza y la pobreza, la modernidad y la tradición. Lima es Ancón, Puente Piedra, Villa María del Triunfo, Comas como Miraflores, Surco o San Isidro. Además, la migración ha traído consigo nuevas tradiciones, costumbres, gastronomía y expresiones culturales que han enriquecido su tejido social.

Para mí es muy importante intentar reflejar esta complejidad en mis fotografías. Es un desafío personal y auténtico capturar la belleza de lo cotidiano y lo ordinario. Exploro los rincones menos visibilizados donde puedo encontrar pequeñas historias y experiencias que van más allá del lujo y la belleza superficial. Muestro cómo diferentes culturas y tradiciones conviven, se entrelazan y se fusionan.

¿Podrías compartir algunas conexiones que has observado entre tu trabajo y expresiones culturales como la música del Perú?

Me encanta fotografiar las fiestas costumbristas y patronales donde los migrantes de la sierra afincados en Lima celebran su modo de vida característico, sus usos y tradiciones, su mundo cultural, musical y social, en definitiva, su identidad y la ofrecen amistosamente, como un bien muy preciado, al visitante citadino o al turista extranjero.

La música es la manifestación más importante de los provincianos que viven en la capital.  Si bien es cierto el huayno ancashino no es mi género musical favorito, pero la conexión que tengo con él es muy especial y data de que tengo uso de razón. Recuerdo haber asistido de niño a muchas fiestas costumbristas de la mano de mis papás, ya siendo fotógrafo he seguido acompañándolos, pero ya con una cámara fotográfica para documentarlo y una cerveza en la mano. El sonido del arpa, la guitarra y la presencia de los Chirocos también llamados Cajeros, músicos que ejecutan en forma simultánea la caja y la flauta, vestidos típicamente con poncho y sombrero, los escuchaba tanto en los eventos que asistía con mis padres; como también, en casa en fechas especiales.

Soy caserito desde hace varios años consecutivos de la fiesta del Takanakuy donde oriundos de Chumbivilcas, una provincia del departamento de Cusco, que radican en San Juan de Lurigancho, al noreste de la capital, se enfrascan a puño limpio para arreglar rencillas, pero muy en el fondo regreso siempre por sus huaylias, género de música y danza chumbivilcana, y también porque estoy desarrollando un trabajo sobre ellos.

¿Qué opinas del término “nuevos limeños” o las categorizaciones que intentan separar a los habitantes de la periferia de Lima del resto de la ciudad?

El término “nuevo limeño” más que una categorización es un sentimiento para el migrante, una autopercepción. Los miles de provincianos que llegaron a Lima desde los años 50, vieron a la capital como la extensión de sus tierras, la prolongación de sus sueños, un nuevo amanecer. Cuando empecé a documentar a esa “otra Lima” que se instauró en los conos, no me costó trabajo identificarme con sus dinámicas, pues soy parte de ellos, crecí en Comas y soy hijo de padres ancashinos. Percibí una dualidad en la forma de como miraban Lima desde su perspectiva de provinciano: sentirse parte y a la vez no. Eso dependia del lugar y espacio donde se habian asentado o donde se movilizaban sea por trabajo, paseo u otro motivo.

¿Cómo surgió la idea de documentar el proceso de expansión demográfica en las zonas periféricas de las grandes ciudades de la costa, específicamente en el desierto que rodea a la Panamericana Sur?

Desde hace varios años voy y regreso, periódicamente, a Mala-Cañete por motivos familiares. Siempre me he detenido en el camino a fotografiar alguna situación que me llama la atención. Es en pandemia cuando empecé a recorrer y a contemplar con más detenimiento los 85 km de carretera, a veces hasta 125 km, y un par de veces 400 km.

Como la mayoría sabe, a todo lo largo de la Panamericana Sur impera la arena, se están levantando asentamientos humanos en pleno desierto, proyectos inmobiliarios al lado de la playa y hay fábricas que emiten humo que contamina la naturaleza. Comencé a notar cambios significativos en esas áreas debido al crecimiento urbano y también la migración, Lima capital se asentó sobre un desierto dicen los estudiosos, y está desbordada por la explosión demográfica. Los cerros lucen poblados, pero ahora se están expandiendo por los desiertos de la Panamericana Sur. O sea, el mismo fenómeno del siglo pasado.

¿Estaré siendo testigo de la edificación de una nueva Lima?, me pregunté varias veces. Quizás en el futuro se convierta en otra metrópoli parecida a Lima y estoy asistiendo a la transformación de un territorio de arena a cemento. Otra vez el hombre desafia a la naturaleza y lo quiere transformar como lo hizo con la capital el siglo pasado.

Este proyecto tiene como nombre tentativo Conexión Sur. Estos paisajes en transformación tienen para mí un valor un valor estético y artístico. Capturar su belleza, su complejidad y buscar imágenes que representen el poblamiento del desierto fue todo un reto como lo fue también la edición del proyecto de libro que más adelante quisiera publicar.

¿Qué te inspiró a fusionar elementos como los paneles publicitarios, los asentamientos humanos y la naturaleza en tu proyecto fotográfico?

Los paneles publicitarios que estan enclavados a todo lo largo de la Panamericana Sur no solo son una parte integral del paisaje urbano, sino que también sirven de marcadores visuales de la expansión urbana y el cambio social que se está produciendo en la zona. Reflejan los valores, aspiraciones y desafíos de la población que se está estableciendo en estas áreas y como están influyendo en la identidad y la cultura de las comunidades emergentes en los desiertos.

Una forma de representar visualmente el poblamiento del desierto era vincular las imágenes que contenían los carteles con la naturaleza y el entorno desértico, para esto busqué ángulos precisos y un teleobjetivo que comprima y acerque ambos elementos para crear imágenes inéditas con planos que parecen montajes.

Fotografiar la multiplicación de estos letreros a lo largo de la Panamericana Sur puede ser una forma poderosa de documentar el proceso de urbanización en curso y cómo está afectando la dinámica del desierto y la vida de las personas que lo habitan.

¿Cómo crees que tu trabajo ha contribuido a cambiar la percepción de Lima y su gente tanto a nivel local como internacional?

Es bien difícil saber si mi trabajo ha tenido algún impacto en la percepción que tienen dentro y fuera del país sobre esa Lima de rostro andino, pluricultural. Lo que sí entiendo es que mi rol como fotógrafo documentalista es visibilizar, no someter al escrutinio sus costumbres y sus diversas manifestaciones culturales que trajeron consigo los migrantes del interior del país que se asentaron en la capital desde hace varias décadas.

Quizás, mi trabajo puede haber contribuido a derribar estereotipos y prejuicios, promoviendo una imagen más auténtica de Lima sin omitir nada, una mayor apreciación y respeto por la diversidad cultural y sus experiencias para contrarrestar posibles percepciones negativas o simplistas que nunca faltan.

Para finalizar, ¿qué consejo le darías a los estudiantes que buscan encontrar su propia voz y estilo en el mundo de la fotografía?

Corriendo el riesgo de generalizar, voy a ensayar un consejo.

Como la fotografía se ha academizado, la nueva generación de jóvenes que se está formando como fotógrafos, en los diversos centros de estudios que existen tanto en Lima y en el interior del país, ya salen con herramientas y conocimientos en técnica y composición, ya experimentaron en sus clases de práctica, dentro de sus ciclos académicos, diferentes estilos y géneros fotográficos para descubrir lo que les apasiona.

A diferencia de las generaciones anteriores de fotógrafos —donde pertenezco— uno salía sin rumbo con cámara en mano a explorar la ciudad, sin miedo a que le roben. La calle era nuestro centro de experimentación. Aprendimos con la prueba y el error, con sudor y lágrimas. Siento, espero equivocarme, que esa esencia se perdió o se está perdiendo, que ese escalón se saltó o se está obviando, que los jóvenes al terminar sus carreras quieren tener, con justa razón o no, ya una voz y un estilo automáticamente.

Chicos, profesores, no permitamos que esa esencia se extinga. Por favor.

Entrevista: Luis Cáceres Álvarez

Todas las fotografías pertenecen a Fidel Carrillo.

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